Una sociedad cada vez más indiferente, más fría, con individuos con escasa capacidad de amar y donde el amor está banalizado y se sustituye por sucedáneos: las redes sociales, la droga, la bulimia, el alcohol o los contactos fugaces. Este es el diagnóstico que hace la psicóloga Alicia Antonia Crosa de los tiempos que vivimos, y que explicará este jueves en el Club Diario de Ibiza, donde pronunciará la conferencia ´El desamor´ a las 20.30 horas.

Después de 48 años estudiando el comportamiento del ser humano, especialmente su relación con la violencia, Crosa considera que la sociedad actual tiene serios problemas y que es preciso «poner el freno» y actuar. Esa incapacidad para el amor, entendido como amor al prójimo, representa un auténtico problema y su raíz se encuentra en la infancia, según Crosa: «Haber sufrido desamor en los años infantiles prepara muy mal para un ejercicio amoroso saludable», explica la psicóloga, que apunta especialmente a la figura de la madre como el «más terrible agente del desamor». «Es como si plantas un árbol y no le pones tutores: va a crecer pero como pueda, a merced del viento y los elementos, porque le falta una tutoría», agrega.

«Las relaciones humanas hoy en día se caracterizan por la hostilidad, la indiferencia, el maltrato como moneda corriente y como rasgo distintivo», explica esta profesional curtida como forense durante 30 años en las cárceles de la provincia de Buenos Aires.

El «descalabro de la figura de la familia» es para Crosa el motivo fundamental de la incapacidad amatoria que caracteriza a la sociedad actual. La familia pierde su función educativa, afectiva, de contención, «a la vez refugio y alimento amoroso». «En la familia es donde se aprende la escena social y las representaciones simbólicas de ser hombre, mujer, padre, madre, abuelo o hijo», explica.

Especialmente preocupante para Crosa es la eliminación de los abuelos en el seno de las familias como una referencia respetada, como «tótem»: «Los niños de hoy en día se crían con la imagen de que el abuelo es un viejo y como tal es un descarte. Como sitio de descarte ha surgido una entidad absolutamente comercial que es el asilo», continúa la psicóloga, que no se anda con chiquitas en este asunto: «Es una sociedad que denosta al viejo, le descalifica, lo aparca y lo encierra. Detesto los geriátricos, les pondría una bomba», zanja.

Otra manifestación de esa falta de amor hacia el prójimo: dejar que el abuelo acabe sus días en un asilo, «al lado de un extraño que no sabe ni quién es». «Hay mucha indiferencia, mucho egoísmo y frialdad», agrega.

Pero además la precocidad de la iniciación sexual, la permisividad hacia la promiscuidad, «fomenta el descompromiso amoroso», así como chicos jóvenes sin apenas «facultades de gestión amatoria» y «niñas reducidas a un mero objeto sexual».

La tecnología y el desamor

La tecnología tiene mucho que ver con ese desamor actual que marca la sociedad, a juicio de Crosa: «Ha matado los tradicionales signos de dar amor y recibirlo para crear un amor en línea que se maneja por besos enviados por Whatsapp, pero no entregados in situ, por emoticones, por siglas: TKM en vez de te quiero mucho». La relación es rápida, inmediata, pero a la vez, fugaz. «Se ha acabado el cortejo. La gente va al grano, y el grano es el encuentro sexual», sentencia.

Ojo, que Crosa, a sus 72 años, está a la última en las redes sociales y considera que son un recurso «extraordinario», pero no cuando se utilizan para construir un vínculo amoroso. Ahí pisamos arenas movedizas: la obsesión por la conectividad y por el control sobre el otro puede ser una trampa.

Esta psicóloga tiene cuenta profesional de Facebook, donde es muy activa, y usa el Whatsapp, sin embargo, dejó morir su cuenta de Twitter porque no era lo suyo: «Me hartó. Te obliga a reducirlo todo a tan pocos caracteres...».

Para Crosa, esa incapacidad para establecer vínculos amatorios sólidos y duraderos se manifiesta también en la fugacidad en las relaciones de pareja, en esas «familias ensambladas» donde los niños son el elemento más frágil, según destaca. Crosa reivindica una maternidad comprometida y meditada con madurez, frente al capricho de tener hijos «como quien hace una paella». «Padres y madres con tantas separaciones no tienen la capacidad de transmitir al hijo imágenes de parejas bien avenidas», asegura. Por el contrario, «cuando el niño crece con su padre y su madre en una situación de armonía, tiene un ejemplo de amor que luego va a buscar para sí», agrega. «Los adultos tenemos la obligación de crear seres humanos sanos. Y estamos creando seres humanos inhábiles para el amor y para la sociedad», concluye.