Si un buen cartel publicitario es un grito en la pared, un robamiradas, ¿cómo debe ser una promoción televisiva modélica, cuando la mirada parece que se ha inmunizado ante la mayor de las sorpresas? Ahí tenemos la promo de Matar al padre, la nueva serie de #0, una de esas joyas que pasarán a la historia del marketing audiovisual, para mí, la madre de todas las autopromociones televisivas hijas del siglo XXI.

Es brevísima, y se aleja a lo que habitualmente nos solemos encontrar en el género de la ficción. No nos presenta ningún fragmento de las secuencias ni los fragmentos de la serie a la que publicita. En pantalla solamente vemos a en un primer plano a Gonzalo de Castro, mojado, muy mojado literalmente y no desvelamos más por su alguien no ha tenido ocasión de verla y quiere descubrir por sí solo la potencia de la estampa. Y todo ello, y es muy relevante, sobre fondo blanco. Un blanco inmaculado que se queda impregnado en la retina. Cómo me alegra poseer tal capacidad de disfrute a la hora de paladear estas pequeñas cosas. A cada cual lo suyo. Ya quisiera vibrar como lo hacen otros ante la ejecución de un buen gol o una verónica.

Porque qué sería de nosotros sin las emociones generadas por la estética y la pasión. Cómo me alegra poseer la capacidad de disfrute casi intacta cuando de descorchar buenos productos audiovisuales se trata. Será un don. Una vocación. Una predisposición. Lo cierto es que llegado el momento el grado de goce se dispara. Porque cuando uno entra en comunión con lo que ve en pantalla, se produce algo semejante a lo que debe ser la felicidad.

Matar al padre, dirigida por Mar Coll, con cuatro capítulos de una hora, se estrena el 25 de mayo.