Al conocer la muerte de Juan Manuel Martín de Blas he sentido un pellizco. No podremos volver a compartir un café hablando de la televisión pública. Y cada vez van quedando menos tertulianos con su conocimiento. Llegué a Martín de Blas como espectador de 'Los trabajos y los días', aunque fue 'Esta es mi tierra' la serie que me dio pie a conocerle. Algo que me fue muy fácil, teniendo en cuenta que él era un fiel de la Seminci de Valladolid de los tiempos de Fernando Lara, junto a amigos como el compositor Pepe Nieto, la montadora Nieves Martín o la directora Josefina Molina.

Allí surgió nuestro primer encuentro y allí continuamos haciendo nuestro particular balance anual. Él sabía de mi debilidad por algunas entregas de Esta es mi tierra como la dedicada a Luis Landero, por lo que me hizo llegar unas copias caseras en DVD cuando la web de RTVE era todavía una entelequia. Celebré el estreno de 'Elogio de la luz' en 2003, con la narración de Mercedes Sampietro. Lo mejor que se ha hecho sobre arquitectura en TVE. Aunque omitiría un dato relevante si ocultara una anécdota que me ocurrió hace justo diez años, cuando se me ocurrió compartir con mis alumnos alguna entrega de 'Esta es mi tierra'. A ellos les pareció un trabajo antiguo, un lenguaje superado. Puede que tuvieran razón. Va todo tan aprisa... Precisamente la semana pasada viendo el documental sobre Javier Reverte en 'Imprescindibles' pensaba en ello.

En su día no supe que Martín de Blas había sido jefe de tantas cosas durante los años de mandato socialista en TVE. Por lo que conecté con él y lo busqué fue por sus trabajos artesanales en los que dejaba su firma y su huella. Por eso hoy siento el vacío y el pellizco.