Alucino pepinillos lo que traen con Franco. No digo lo que el gobierno de Pedro Sánchez pretende en el Valle de los Caídos llevándose los huesitos del pequeño sátrapa Francisco Franco, que esa decisión tendría que haberla ejecutado cualquiera de los gobiernos democráticos que precedieron a este. Hablo de lo que está formando la tele en torno al tema, con el tema de fondo, con el tema de lado, y con el tema sobre la mesa, un tema más caliente que el vacío sideral en el cerebro de los tronistas de 'Mujeres y hombres'.

La cosa, el tema, podía resolverse con un par de líneas, con un especial, con un apartado en el magacín de turno, incluso, si me apuran, con unas horas de 'Al rojo vivo', otro par de disparates en 'Sálvame', alguna blanda reflexión en 'Amigas y conocidas' antes de que les cierren el patio, o alguna voz más alta que otra en 'Espejo público' para que el indesmayable Paco Marhuenda diga, jo, vamos, vale, lo que queráis.

Pero no, el tema Franco se está convirtiendo en televisión en un ¡¡Franco, Franco!! que ya es cansino. E irritante y doloroso para tanto español agraviado. Los programas hurgan y rascan. Han hablado con enterradores, embalsamadores, con historiadores, con religiosos, con familiares, con gente de aquí y gente de allí, y con esa clac franquista que al principio hizo gracia por los disparates que expelen negando la evidencia de un tiempo oscuro, sucio, peligroso y fiero bajo la manita del dictador, pero a estas alturas, con su incesante presencia en pantalla, atropellan a las víctimas de aquel hijoputa lavando su imagen y negando una época de infamia. Ya está bien. Estos friquis son ya mismo estrellas de la tele. Pero las víctimas siguen ahí.