Desde que Black Mirror se mudó desde la televisión británica a Netflix, cada vez es más frecuente encontrarnos en ella episodios con un final feliz. La serie que nos contaba historias independientes ambientadas en un futuro no tan lejano y que nos alertaban de los peligros de la tecnología ha empezado a abandonar su tono pesimista para permitirse entrar en desenlaces más alegres, dejando una puerta abierta a la esperanza. El guionista no ha cambiado, sigue siendo Charlie Brooker. Si los logaritmos de Netflix determinan en qué orden debe ver cada usuario los capítulos de Love, Death & Robots, ¿es que estas aplicaciones les han dicho a los jerifaltes de la plataforma que hay que meter más finales felices? La verdad es que la idea daría para un capítulo de la próxima temporada. La serie se ha hecho tan masiva que deben buscar contentar a todos. El cambio de tono no tiene que ser necesariamente algo negativo o que la serie haya abandonado su esencia, porque, el hecho de que el final sea feliz o no, es algo que no quita validez alguna a los hechos que se están denunciado.

En pasadas entregas de Black Mirror, ya hemos visto como los finales más trágicos se alternaban con otros más desenfadados. El desenlace de San Junipero, no es que fuera la alegría de la huerta, pero comparado a lo que nos tenían acostumbrados dejaba un sabor dulce. Aunque, eso sí, podía arrancar alguna que otra lágrima. En la pasada entrega, Cuelga al DJ hizo gala de un happy end en una historia que tenía como telón de fondo las aplicaciones de citas en los teléfonos móviles. Curiosamente, estos episodios con finales positivos se encuentran entre los mejor valorados.

En esta quinta temporada, la gota de dulce se la ha llevado el capítulo Rachel, Jack and Ashley Too. El que protagoniza Miley Cyrus con una peluca rosa. Habrá quien esperara mucha más mala baba en este episodio. No sólo tiene un happy end, sino que está narrado en un claro tono de comedia. Las especulaciones están abiertas sobre cuánto hay de real de la estrella del pop que protagoniza el episodio con el personaje de Hanna Montana en sus días Disney y que encumbró al éxito a la actriz y cantante. Es inevitable hacer paralelismos, ya que Cyrus interpreta a una estrella del pop infantil explotada por su familia y las discográficas, que vive en una jaula de oro. Cuando intenta cantar sus propias canciones y explorar otros sonidos y temas, comprueba que no puede salirse del papel que la poderosa industria ha creado para ella. Aún estando en coma, intentan seguir usando lo que hay en su mente con una nueva tecnología para sacar nuevos temas. Se trata de algo que ya ha sido una realidad en el mundo del cine: la posibilidad de resucitar por ordenador a antiguas estrellas tanto de la gran pantalla, como de la música. Lo vimos con el personaje intepretado por Peter Cushing en la precuela de Star Wars, Rogue One y algunos ya lo pedían con Carrie Fisher para la última entrega de la franquicia galáctica en la que nos despediremos de la Princesa Leia. ¿Cuántos discos póstumos de estrellas de la música han aparecido? El episodio explora los riesgos del uso de esta tecnología por personas sin escrúpulos. Pero también en este capítulo la gran estrella tecnológica es esa réplica tipo Alexa de la cantante y que acaba en las manos de una de las mayores fans de Ashley. "Rachel, Jack and Ashley Too" acaba siendo una especie de cuento de la Cenicienta a la inversa, donde es la princesa la que tiene que ser rescatada para cumplir con su sueño de ser alguien normal. Y como todos los cuentos de hadas, debe haber un final tan rosa como la peluca de la protagonista.

Menos feliz es la historia que se nos cuenta en el segundo de los episodios, Añicos, en el que el eje de la historia es el poder de las redes sociales. El protagonista secuestra al empleado de una estas grandes plataformas digitales, que bien podría ser Facebook, con el propósito de que le permitan hablar con el fundador de la compañía. El argumento mantiene el suspense hasta el final y, a medida que avanza la trama, queda claro que son mucho más eficaces las comunicaciones personales reales que no las interacciones a través de una página o de otros intermediarios. Una conversación cara a cara (o por teléfono) puede ser más catártica sin la intervención de otros elementos distorsionadores. Hay muchos aspectos de interés a lo largo del episodio, como el constatar el poder de esas redes para averiguar todo lo que necesitan sobre nosotros. A una velocidad mucho mayor que la de la propia Policía. Desde un ordenador y recurriendo a técnicas sin ningún tipo de control judicial, los ejecutivos de la compañía logran reunir más información que la que consiguen los agentes que están a pie de campo llevando la investigación. El trágico desenlace sirve sólo para constatar que el incidente sirve a la propia red para mantener enganchados al teléfono a sus usuarios. Otra dosis más para superar el mono de la adicción.

Striking Vipers, el episodio que abre esta temporada, nos cuenta una historia LGTB con los videojuegos como trasfondo. Dos viejos colegas, que pasaban largas noches dándole a la consola en un juego de lucha cuando eran compañeros de piso, deciden probar la nueva versión de realidad virtual de ese cartucho que tantas horas de diversión les dio en el pasado. En medio del combate, descubren eso de que es mejor hacer el amor de la guerra. Polvos virtuales que acaban separándoles en la vida real por los sentimientos contradictorios que la experiencia les genera. Llegando al punto de que cuando se encuentran acaban a guantazo limpio en la realidad, mientras que en el entorno virtual siguen entregándose a las prácticas amatorias. No la considero una historia sobre los videojuegos, sino que más bien lo que se nos cuenta es cómo los personajes usan las nuevas tecnologías para satisfacer sus fantasías más íntimas. Aunque a la mujer del protagonista parece que le gusta más lo físico que lo virtual. Al final cada uno hace lo que le parece y todos contentos. También podría considerarse un happy end, de no ser por el hecho de que deja un pose amargo ante la sensación de vacío que hay en la vida de los protagonistas.

A estas alturas de la serie, Black Mirror continúa homenajeándose a sí misma y los episodios están llenos de autorreferencias y conexiones con otros capítulos. A las compañías de videojuegos que se mencionan en Striking Vipers, las hemos visto tanto en aquel episodio de la tercera temporada llamado Playtesting como en la película interactiva estrenada esta Navidad, Bandersnatch; mientras que el sistema para conectarse a la realidad virtual es el mismo que ya vimos en San Junipero.

Hay quien dice que esta temporada de Black Mirror ha sido peor que las anteriores. Puede que sea cierto, pero en cada episodio siempre hay algo interesante para hacernos reflexionar sobre el mundo en que vivimos. Puede que esa obligación de hacer una cantidad fija de episodios al año provoque una cierta sensación de repetición o de algo que ya hemos visto, perdiendo la capacidad de sorpresa. Pero día a día, la actualidad nos va demostrando que Black Mirror sigue siendo una serie necesaria. ¿Veremos algún episodio sobre los retos virales?