Después de más de 400 días, el próximo sábado 26 de junio ya no será obligatorio llevar la mascarilla en espacios públicos o para pasear por la calle. El fin de semana del 19 y 20 de junio, que estamos a punto de despedir, será el último que vivamos con esta restricción que tanto ha marcado nuestros usos sociales y nuestra imagen externa desde que estalló la pandemia. La medida era largamente esperada por un sector de la población valenciana harta de pasar más calor con el tapabocas, de respirar con dificultades o de ver borroso porque las gafas se empañan con el vaho procedente de las fosas nasales y de la boca.

El presidente Pedro Sánchez avanzó esta noticia en un contexto positivo de lucha contra la pandemia ya que el ritmo de vacunación marcha a buena velocidad y una gran parte de los españoles ya están inmunizados parcial o totalmente. El president Ximo Puig y los expertos que lo asesoran ya llevaban tiempo solicitando la medida, por entender que no hay riesgo de propagación del virus al aire libre.

En esa línea, el jefe del Consell convocará esta semana la comisión interdepartamental para la prevención y actualización frente a la Covid-19, para profundizar en la desescalada y estudiar nuevas medidas. Mientras tanto, pese al avance que supone que el Gobierno haya planteado que no sea obligatorio el uso de la mascarilla en los lugares públicos, la Generalitat continúa con una postura de prudencia. Por el momento no se plantean las autoridades autonómicas eliminar otras restricciones derivadas de la pandemia, como las que afectan a sectores como la restauración o el ocio.

Mascarillas y nueva normalidad

Sim embargo. tal como han apuntado diversos expertos, todo apunta a que la mascarilla ha venido para quedarse en nuestras vidas durante mucho tiempo. Aunque no la llevemos puesta por la calle, tendremos que tenerla a mano para colocárnosla antes de entrar a comprar en un supermercado, para acceder a la estación de Metro o para subir al autobús, por ejemplo. Además, el uso generalizado del tapabocas durante más de 1 año, ha convencido a gran parte de los valencianos, de todas las franjas de edad, de que es una herramienta imprescindible para no contagiarnos y no contagiar, de otras enfermedades como la gripe. Antes de la epidemia, las imágenes de los ciudadanos chinos con mascarillas causaban estupor. Pero ahora ya no sorprenden a nadie y casi todas las personas se han acostumbrado a utilizarlas. Todo ello, más el temor que siguen teniendo muchos ciudadanos a contagiarse, va a provocar que incluso en los espacios públicos y en la calle, gran parte de la ciudadanía la continúe utilizando.

En pocos días, ya no nos expondremos a ser multados ni a que ningún agente de la autoridad nos obligue a colocarnos el tapabocas si es que lo hemos olvidado momentáneamente. Los detalles sobre cómo se podrán dejar de utilizar en los espacios urbanos abiertos, los conoceremos en los próximos días, y sobre todo, tras el consejo de ministros extraordinario que Pedro Sánchez ha convocado a tal efecto. Sin embargo, si miramos a Francia, donde desde el pasado jueves 16 de junio ya no es obligatoria esta medida de protección, podemos avanzar e intuir algunas de las limitaciones que seguiremos teniendo en nuestro día a día con el cubrebocas. En París, el uso de la mascarilla sigue siendo necesario cuando se está en grupo, en un lugar concurrido, en una cola, en un mercado o en las gradas de un estadio, por ejemplo. También es obligatorio en los espacios cerrados, como las oficinas y el transporte público, y en los patios de las escuelas donde se dan situaciones de proximidad. Por tanto, está claro que siempre habrá que llevarla encima la mascarilla para colocársela rápidamente cuando nos topemos con posibles aglomeraciones.

Mientras, el ejecutivo autonómico, Ximo Puig y los expertos que lo asesoran, venían planteando eliminar la mascarilla en playas, ríos, montañas o zonas naturales en los que haya ventilación, y siempre que se pueda respetar la distancia de seguridad. Respecto a las ciudades, Puig apelaba recientemente al valor «simbólico» de seguir luciendo el tapabocas en determinadas circunstancias.