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Crisis sanitaria | Los efectos de la pandemia

Un año de pandemia en Ibiza: el dolor de un año sin besos

En la semana en la que se ha conmemorado el Día del Beso, la psicóloga Ana Pallás Miralles reflexiona sobre las consecuencias que tiene para la mayoría de la gente la falta de estas muestras de cariño tan cotidianas

Dos integrantes de la Escuela de Cine se dan un beso en el centro. | VICENT MARÍ

Saludarse con dos besos. Besar los mofletes y la frente de los pequeños de la casa. Besarse apasionadamente en los primeros compases de una relación. La pandemia no sólo ha traído ansiedad, estrés y miedo sino que, además, ha obligado a reducir el contacto con los demás. Hace más de un año que los besos han dejado de ser algo cotidiano para convertirse en algo excepcional. Y tiene sus consecuencias.

«Los besos se han convertido en un gesto prohibido», comenta Ana Pallás Miralles, vocal en Ibiza y Formentera del Col·legi Oficial de Psicòlegs de les Illes Balears (Copib). Hace apenas unos días, el martes, se conmemoró el Día del Beso, una muestra de cariño que se ha vuelto más que escasa en este año pandémico. Con el riesgo que ello supone. «Un beso libera endorfinas, oxitocina, proporciona placer y bienestar y todo eso es importante para la salud emocional», continúa la psicóloga, que reconoce que con la irrupción del coronavirus en nuestras vidas un gesto «tan cotidiano y tan maravilloso» ha dejado de estar presente.

El choque de puños, uno de los nuevos saludos. | VICENT MARÍ

«El beso es lo que mejor encarna el amor y el cariño que sentimos por la gente», indica Pallás, que destaca que hemos dejado de besarnos (y de abrazarnos) no sólo por las medidas de prevención del contagio del covid sino también porque, de repente, está presente en el día a día la sensación «de que la vida puede peligrar». Especialmente si no se mantienen las distancias con los demás.

Mucha ansiedad y poca piel

Así que, de un plumazo, el contacto piel con piel ha desaparecido. Y con ello todos sus beneficios: «Los besos, los abrazos, refuerzan la autoestima y mitigan el estrés y la ansiedad». Sensaciones, estas dos últimas, junto con la incertidumbre y el miedo, que se han disparado en estos trece meses. La psicóloga destaca, aunque sin abundar mucho, ya que no es su campo, que estas muestras de cariño también tienen otros beneficios, como disminuir la presión sanguínea.

«Pero ahora es algo que sabemos que no debemos hacer», lamenta la vocal en las Pitiusas del Copib, que reconoce, además, que esta limitación tan contundente del contacto físico lo notan especialmente las personas de sociedades más latinas o mediterráneas. Como la nuestra, en la que hasta hace poco era habitual saludarse con dos besos en la mejilla o un abrazo. Incluso entre dos personas que se acaban de conocer. Uno de los aspectos positivos de no poder achucharse, acariciarse y besarse con total libertad es que «ahora todos valoramos más un buen abrazo, esos segundos de placer».

Un beso baja la ansiedad y sube la autoestima. La vocal del Colegio de Psicólogos en las Pitiusas destaca que un beso reduce el estrés y la ansiedad y aumenta la autoestima. Además, libera endorfinas y oxitocinas.

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Hace apenas un par de semanas un celador de la UCI del Hospital Can Misses explicaba que una de las cosas más duras de la pandemia había sido no abrazar ni besar a su hija pequeña durante ocho meses por miedo a contagiarla. «Es muy crudo. Esas pequeñas cosas son las que más se echan de menos. Ese beso, ese abrazo, lo necesitan los dos, la niña y el padre», indica la psicóloga, que considera que esta supresión de muestras de cariño físico afectan más a los niños de cierta edad, es decir, que estaban acostumbrados a ellas, que a aquellos muy pequeñines que han comenzado a desarrollarse ya en pandemia.

Quienes lo están pasando mal, tremendamente mal, son los adolescentes. Es una etapa «corta» de la vida en la que «necesitan socializar fuera de casa, explorar en otros entornos» para descubrir quiénes son.

«Ahora todos valoramos más un buen abrazo, esos segundos de placer», comenta Ana Pallás

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También es el momento de los primeros besos y el despertar sexual, algo que no están pudiendo experimentar como deberían. «Es antinatural, es un momento vital imprescindible para su desarrollo», indica Pallás, a la que le dolió mucho cómo se estigmatizó a los adolescentes, culpabilizándoles del aumento de los contagios.

Quienes también han notado mucho la falta de cariño físico han sido los mayores, de los que muchas familias, con afán de protegerles dado que eran colectivo vulnerable si se contagiaban, se alejaron

Muchos de aquellos a los que la pandemia les pilló desparejados y sin ninguna relación sentimental en lontananza acumulan meses de sequía sentimental y carnal. «Muchos, con esta situación, están viviendo una soledad auténtica, la soledad no escogida. Están recluidos por obligación y con mucha dificultad para encontrar pareja o conocer a alguien», señala. «Cuánto tiempo llevará mucha gente sin que la hayan besado», reflexiona Pallás, que hace hincapié en la situación más cruda que se ha tenido que afrontar en estos meses a pelo, sin muestras de cariño: las despedidas. «No poder despedirnos de los seres queridos es algo aterrador. Es muy importante decir adiós para poder afrontar el duelo», comenta la psicóloga.

Los besos y los abrazos mejoran la autoestima, reducen la ansiedad y el estrés y son fuente de placer

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De hecho, muchos sanitarios han confesado en los últimos meses que una de las cosas que más les han dolido durante este último año ha sido ver cómo algunos de los enfermos más graves morían en los hospitales sin que sus familias pudieran despedirse de ellos. Una situación que se dio sobre todo durante la primera ola y que precisamente por su crudeza se fue solventando en las siguientes.

La vocal en las Pitiusas del Copib insiste en que aunque ahora no lo parezca y haya mucha gente que no vea el final a esta situación, que reconoce que se está haciendo «muy larga», en realidad es transitoria y pasará. Eso sí, está convencida de que «costará un poquito» recuperar los besos y abrazos de antes de la irrupción del coronavirus. «Es un proceso personal, cada uno lo vive y lo siente a su manera y hay que respetar y ser tolerantes», comenta la psicóloga antes de recalcar lo mucho que se ha juzgado durante este último año «las actitudes ajenas» y cómo se han polarizado las actitudes y opiniones. Esto, sobre todo, es lo que confía que acabe en los próximos meses. Recuperar la vieja normalidad en las relaciones interpersonales será complicado, afirma la experta, que recalca que el virus ha llegado para quedarse.

«Muchos solteros están viviendo la auténtica soledad, la no escogida», afirma la psicóloga Ana Pallás

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Si bien la mayoría echa de menos sentir la piel de otras personas, los besos y los abrazos, también hay personas para las que esta situación está siendo toda una bendición. «Por suerte, en este mundo hay de todo y qué maravilla que haya quienes se sientan más cómodos. Que bien sea por timidez o introversión tienen menos necesidad de este contacto», comenta. «Los niños con autismo están viviendo un momento delicioso, para ellos esto está siendo estupendo», concluye Ana Pallás.

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