Opinión | Tribuna

Ser parte de la solución

De vueltas con la política, y aún noqueados por la inusual (por definirla de alguna forma) carta del presidente del Gobierno, los ciudadanos seguimos estupefactos, intentando decidir si realmente nos compensa tener a estos políticos que tenemos. Si nos merece la pena seguir manteniéndolos y si, sinceramente sirven para lo que tienen que servir: solucionar los problemas de los ciudadanos de a pie, en lugar de actuar con opacidad y dividir y polarizar a los españoles, creando crispación y discordia, en beneficio propio. Y es que, ya lo decía la curiosa, irónica e inquieta Mafalda, personaje entrañable de Quino, cuando afirmaba que “hay más problemólogos que solucionólogos” y más aún, en la política.

En este orden de cosas, y acudiendo a la RAE, un problema es definido como “el conjunto de hechos o circunstancias que dificultan la consecución de algún fin”. Dicho lo cual, cabe apuntar que uno de los innumerables problemas que existen en España, y que, curiosamente, se está cebando con los ciudadanos de las Islas Baleares, es el problema de la escasez de vivienda residencial. Lo cierto es que alojar al personal público (sanitarios, médicos, policías, profesores…) y privado, está siendo una labor ardua, una misión imposible de las que aparecen en las películas de ciencia ficción que vemos en Netflix.

En cualquier caso, la fase de las lamentaciones, como terapia inicial de choque, debe quedar superada y dar paso a la búsqueda colectiva de soluciones, a la vista de que la situación se ha tornado insostenible. En este sentido, no sé si quienes tienen el deber y el poder de solucionar este problema, se han puesto manos a la obra en esa anhelada búsqueda de soluciones a esta indeseable situación. Lo desconozco, pero dadas las circunstancias conocidas, parece ser que si lo han intentado, no vemos los resultados. Es cierto que, los problemas complejos, como el que ahora nos ocupa, requieren de soluciones complejas. Aplicar el reduccionismo en su solución, no es el camino más recomendable, si de verdad existe voluntad política y social para atajarlo. Hemos pues de abordar el problema desde diferentes perspectivas y flancos, con una estrategia a corto, medio y largo plazo, que parta de la creación de un gabinete de crisis habitacional donde diferentes expertos de todos los sectores implicados pongan sus conocimientos y experiencia al servicio de los ciudadanos.

Dicho lo cual, una de las causas que han fomentado la escasez de viviendas residenciales, es el intrusismo que ha supuesto que viviendas residenciales se estén comercializando, de forma ilegal, como turísticas. En este sentido, considero que habría que preguntarse la razón que ha llevado a dichos propietarios de viviendas residenciales a optar, preferiblemente, por alquilarlas como turísticas, aún con el improbable riesgo de ser sancionados. Por un lado, y siendo objetivos, hemos de reconocer que la LAU (Ley de Arrendamientos Urbanos) deja desprotegido al arrendador (propietario de la vivienda) frente al inquilino, que en caso de incumplimiento de cualquiera de las cláusulas que implican la rescisión del contrato (por ejemplo el impago o el subarriendo), puede permanecer en la misma, hasta que judicialmente (tras un arduo, extenuante y largo procedimiento) sea desahuciado. Porque la justicia, sin medios suficientes para llevar a cabo con eficiencia y prontitud su labor, está colapsada y no puede atender en tiempo y forma, procedimientos que deberían ser rápidos y sencillos. Tras la recuperación de la posesión de la vivienda, generalmente destrozada, el propietario tiene que invertir una fortuna en restaurarla y reparar los daños provocados por el inquilino incumplidor. A todo ello, se suma la mayor rentabilidad que supone alquilar turísticamente la vivienda (jugando a ser hotelero, sin serlo y sin seguir las mismas reglas) y practicar el intrusismo impune y de difícil sanción.

Asimismo, y dicho lo cual, si realmente se quiere avanzar en la solución del problema, sería conveniente: tener un inventario de edificios públicos infrautilizados, que puedan reconvertirse en viviendas; optimizar los espacios urbanizables, permitiendo la creación de más viviendas de menos metros cuadrados; priorizar la creación de viviendas plurifamiliares frente a las unifamiliares; construir más VPO (Viviendas de Protección Oficial) en régimen de alquiler para evitar la especulación de las que se adquirieron en régimen de compra-venta; y permitir la construcción en hoteles de habitaciones destinadas exclusivamente al alojamiento de su personal.

Decía el Principito, personaje fascinante de la novela corta más famosa del escritor y aviador francés Antoine de Saint-Exupéry, que “cada palabra tiene consecuencias y cada silencio también”. Por ello, cada palabra y cada renglón de este artículo, con sus silencios velados, ha de convencernos de que es preferible ser parte de la solución a ser parte del problema.

“Lo más difícil de aprender en la vida es qué puente hay que cruzar y qué puente hay que quemar”. Bertrand Russell (filósofo, matemático, lógico y escritor británico, ganador del Premio Nobel de Literatura).

Alicia Reina Escandell es doctora en Turismo

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