Los sanitarios, por supuesto. Pero también las cajeras de los supermercados, conductores de autobús, dependientes de cualquier comercio, empleadas de la limpieza, taxistas, los basureros, cuidadores de personas mayores y discapacitados, policías, guardias civiles, bomberos, fruteros, verduleros, carniceras, pescaderas y floristas de los mercados, vendedores de los cupones, mecánicos, camareros, cocineros, farmacéuticos... No les ha quedado otra, si no han perdido el empleo, que tragarse el miedo y acudir a sus puestos de trabajo todos los días. Ninguno de ellos ha catado, sin vacunar y en los peores momentos del virus, el teletrabajo. Una herramienta muy útil que ha abierto opciones laborales y posibilidades de conciliación, cierto. Y algo a lo que algunos trabajadores del Consell parecen aferrarse con celo y grapadora ahora que les han dicho que tendrían que ir volviendo a las magnas instalaciones. Un trabajo fijo del que no les van a echar por mal que lo hagan, un sueldo estable y decente, sin la sombra de un cierre y con más garantías de seguridad que las de la mayoría de los trabajadores no parece suficiente para ellos. Las pandemias, como las guerras, descubren a los héroes de la puerta de al lado. También a los que con aplaudir desde el balcón les sobra.
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