Internet ha hecho del mundo un pañuelo. Así, José Miguel L. Romero ha encontrado a la nieta de Hermine en Colombia, Valeria Eberle, que se enteró de muchos detalles de la historia de sus abuelos gracias a las investigaciones del periodista, con quien hablaba por Skype; también esa fue la vía de comunicación con Juan Wallach, que falleció recientemente del corazón y que por unos meses no ha podido ver el libro en el que se reconstruye la historia de sus padres.

Uno de los momentos más emocionantes de la investigación fue cuando Romero contó a Juan que su abuela paterna, Emma Koschland, estaba entre los mil primeros alemanes que fueron asesinados en masa por los Einsatzgruppen (escuadrones de ejecuciones masivas itinerantes), en Kaunas, Lituania. «Él no lo sabía. Fue muy duro comunicárselo», recuerda. Juan tenía 81 años, pero manejaba con soltura Skype y el correo electrónico, por lo que la distancia no era una barrera.

El puzle fue ampliándose poco a poco: Romero consultó el padrón, los archivos bautismales de las iglesias, averiguó dónde habían vivido y trabajado estas familias alemanas y fotografió los paisajes que observaron en su crudo exilio insular. «He hecho arqueología urbana», bromea, y cuenta por ejemplo que ha constatado que la noria, el camino, la balaustrada o las vistas a Dalt Vila de la casa de los Holzinger en Puig d´en Valls siguen siendo los mismos que ellos contemplaban cada día. Esta investigación de detective le llevó hasta Juan Tur Juan, de 90 años, que era niño cuando los Holzinger fueron sus vecinos, y recuerda que Hermine fumaba mucho, algo que entonces llamaba la atención porque se identificaba con mujeres «de mala vida», y que paseaba a su niño, Didier, nacido en Ibiza, en un carrito por el camino de tierra, algo muy inusual en aquella isla pobre.

Valeria Eberle ha sido otra pieza importante en la reconstrucción de la peripecia de sus abuelos. De hecho, ha escrito un epílogo emocionante que cierra la historia y a la vez la llena de luz y optimismo: la recuperación de la memoria sirve para que aquel sufrimiento que dejó una huella indeleble no se pierda en el vacío.