Ha sido definida por prensa y crítica como una «dramedy», es decir, una comedia dramática que extrae del baúl de los recuerdos momentos del pasado que a pesar de que han sido archivados en lo más hondo de cada uno siguen tenido un peso notable en su actitud ante la vida.

Noveno largometraje de la directora catalana María Ripoll, que debutó en la realización en 1998 con ‘Lluvia en los zapatos’ y que tiene en su filmografía cosas curiosas y nada despreciables como ‘Tortilla soup’, ‘Brotes de sándalo’ y la más reciente, ‘No culpes al Karma’ de lo que te pasa por gilipollas, la cinta no ha logrado perfilar los personajes en toda su esencia, pero aporta al respecto elementos que enriquecen las imágenes. Uno de los aciertos más indiscutibles es el de haber elegido al actor argentino Óscar Martínez como protagonista, un papel que asume por completo y con el que habla sin el más mínimo acento de su país. Es lo que se dice un actor con propiedad.

Esta circunstancia no debe tampoco ocultar la estimable labor de dos actrices, Inma Cuesta y Mafalda Carbonell, que contribuyen a dar entidad a los personajes de Julia y Blanca, conscientes ambas de que juegan un rol decisivo. La segunda, que no puede ocultar su parentesco con Pablo Carbonell en la vida real, lo hace con una gran vitalidad, reforzando las coincidencias argumentales, especialmente una factura de road movie, que nos conducen, sobre todo, a la magnífica Little Miss Sunshine, dirigida por Jonathan Dayton y Valeria Faris en 2006. De todos modos, es Emilio el que corta, por así decirlo, el bacalao. Hombre mayor, une a esa condición el padecer del mal de Alzheimer, un tema que le ha llevado a sumergirse en un pasado sentimentalmente tempestuoso.

Así, superando los escollos de una hija que quiere hacer valer, con cierta lógica, sus galones familiares y demostrando que todavía tiene mucho que decir, Emilio vivirá unas jornadas que renovarán sus planteamientos de futuro.