La dinastía de los Berlanga sigue en la brecha y aunque no hayamos sabido apenas nada de sus miembros, en lo que atañe a la dirección de películas, desde que se estrenó en 1987 Barrios altos, la ópera prima de José Luis García Berlanga, lo cierto es que vuelve a dar señales de vida. Y lo hace con un segundo largometraje, Visca la vida, que pretende hacer suyo parte del patrimonio cultural e ideológico que convirtió al director de El verdugo y Plácido en uno de los más grandes de la historia del cine español.

El caso es que aún reconociendo que su labor no brilla con la intensidad que sería de desear, sí se aprecian en la misma ingredientes más que meritorios que desprenden un sentido crítico y unas dosis notables de ironía y sentido del humor respecto a la sociedad actual. El que finalmente la cinta que ahora llega a las pantallas se instale en València y trate de recoger la esencia de su demoledora visión sobre la realidad política del país de aquí y ahora no debe pasarse por alto.

Planteada como una reunión de amigos que tratan de abrirse paso en un decorado en el que la crisis impera a sus anchas, sus protagonistas denotan ese toque berlanguiano que pretende divertir al espectador sobre la base de una descripción cruda de la realidad. La voz cantante la lleva Juan, que está metido en una serie de negocios que en vez de sacarle de la crisis no hacen otra cosa que hundirlo más en ella, sobre todo cuando opta por poner su casa como aval. Por otra parte, su mujer, Ana, sigue viviendo como un nuevo rico ignorando que la realidad es muy diferente y penosa. De ahí que deban trasladarse a casa de los abuelos, donde el anciano patriarca, incorporado por el veterano Guillermo Montesinos, se encuentra en una situación de casi total aislamiento y con la única esperanza de encontrar una vía de solución a través del negocio familiar de fontanería.

Dividida en varios capítulos que intentan mostrar las secuelas que ha dejado la crisis, la película no llega a depurar como es debido a unos personajes que podrían aportar las claves de su decadencia con unos resortes que fueran a la vez más convincentes y, especialmente, brillantes.