Es, por encima de todo, una muestra generosa y hasta exhaustiva de amor a los animales, especialmente a los perros, que se aprovecha de un relato propio del cine de Disney para ganarse el cariño y la simpatía de los espectadores menudos.

Basada en un libro de B. Bruce Cameron, que fue un ‘best seller’ en Estados Unidos, ha sido llevada a la gran pantalla por Charles Martin Smith, un director entregado al cine infantil y marcado por la defensa de las mascotas, que ha dirigido títulos como ‘La gran aventura de Winter el Delfin’, ‘Perdidos en la nieve’, ‘Air Budy Comando alto riesgo’.

En esa misma línea sigue esta cinta que exagera los niveles de un mutuo cariño entre el hombre y los perros hasta configurar secuencias claramente pasadas de rosca que caen en ocasiones en la sensiblería. Como otras muchas películas semejantes, entre ellas ‘El largo regreso a casa’, se trataba de demostrar la fidelidad hacia el ser humano de unos canes que se entregan de lleno a su dueño y que llegan a efectuar acciones de sacrificio increíbles que conllevan viajes interminables de cientos de kilómetros para reencontrarse con el propietario.

Bella, la perra protagonista, alcanza en este aspecto datos de récords. Incorporada por dos perros, Shelby y Amber, uno de los cuales ejerce de doble, toda su juventud está vinculada a un larguísimo trayecto por el estado de Colorado cuyo objetivo no es otro que encontrarse con Lucas, un joven aspirante a estudiante de Medicina y voluntario de un hospital de la Administración de Veteranos, del que se ha extraviado.

Una tarea que representa con soberbios paisajes, lo más atractivo de los fotogramas. Repara, especialmente, en algunas de las peripecias de que es testigo Bella, haciendo hincapié en la insólita amistad con un puma salvaje que logra sobrevivir gracias a ella y con el que vive un romance imposible, y en la relación triste y trágica con un indigente en fase terminal.

No falta el factor estético, con los colores explosivos de unos árboles que cambian la hoja y la llegada de un invierno que blanquea el horizonte. Para llegar, obviamente, a un final feliz que subraya la obligada vigencia de un relación eterna.