Calificación: **? Estados Unidos, Japón y Canadá. 2019. Título original: Sonic. The Hedgegoth. Director: Jeff Fowler. Guion: Pat Casey y Josh Miller. Fotografía: Stephen F. Windom. Música: Junkie XL. Intérpretes: James Marsden, Ben Schwartz, Tika Sumpter, Jim Carrey, Neal McDonough. 99 minutos.

Es una aportación menor y de reducido calibre que mezcla el cine fantástico infantil con personajes reales a partir de una fuente de datos como son los videojuegos de Sega, que por vez primera y para deleite de los más pequeños conquistan la pantalla grande. Lo sorprendente es que a pesar de sus limitaciones, tanto financieras como técnicas, y de que se trata de la opera prima del director Jeff Fowler, ha tenido una más que estimable acogida entre los niños estadounidenses, que se está ratificando en muchos otros países, incluida España.

Es el fruto de un sentido del humor tan simple como efectivo que provoca la sonrisa inocente y contagiosa. Eso por un lado y, por otro, la utilización de un actor como Jim Carrey en su dimensión más genuina, moviéndose con entera libertad en un cometido que deja en pañales al que fuera estandarte del desmadre y del gran guiñol en títulos como Ace Ventura, un detective diferente, La máscara y Dos tontos muy tontos. El resto no es otra cosa que una variante lejana de E.T., en este caso una especie de erizo supersónico, Sonic, que llega a la Tierra huyendo de un planeta lejano y que se instala en una pequeña y acogedora ciudad de Montana, Green Hills, donde pronto hace amistad con el sheriff Tom y con su esposa Maddie. Lleva la lección aprendida y sabe que desde su planeta le controla su protector, Longclow, que le alienta con su eterno consejo, «no dejes de correr nunca», sin duda el equivalente de «que la fuerza te acompañe» de Star Wars.

Con este panorama lo único que se echa de menos es al villano de turno y ahí es donde irrumpe el pérfido Doctor Robotnik, es decir Jim Carrey, obsesionado con hacerse con los poderes del veloz erizo, para lo cual es indispensable que se apodere de los anillos mágicos de oro que están depositados en la Piràmide Transamérica de San Francisco. Armados de una eficaz estrategia, que conlleva sacar partido de un gran apagón que pone en guardia a la CIA y al ejército, el combate final ya está resuelto. Sin tener que recurrir a costosos efectos digitales, simplemente con un toque de imaginación.