Clasificación: *** | Dirección y guion: Levan Akin. Fotografía: Lisabi Fridell. Música: Zviad Mgebri y Ben Wheeler. Intérpretes: Levan Gelbakhiani, Bachi Valishvili, Ana Javakishvil, Giorgi Tsereteli, Tamar Bukhnikashvili, Marika Gogichaishvili, Kakha Gogidze, Levan Gabrava, Nino Gabisonia Ana Makharadze. Duración: 113 minutos. Nacionalidad: Suecia-Georgia-Francia.

Un canto a la libertad en toda su dimensión, especialmente la de carácter sexual, que ha reforzado la categoría y el prestigio del director sueco de origen georgiano Levan Akin, autor solo de tres largometrajes que han recibido numerosos premios en festivales internacionales, incluida su presencia en la Quincena de los Realizadores de Cannes.

Su trabajo más maduro, 'Solo nos queda bailar', llega ahora, con muy poca difusión por desgracia, a las pantallas españolas, recreando por vez primera con tanta intensidad el clima cerrado y represivo que aún se vive en el país del que proceden sus ancestros, la ex república soviética de Georgia. La prueba es que esta película solo pudo proyectarse en la capital, Tbilisi, tres días, consecuencia de la campaña que organizó la religión ortodoxa con un boicot y numerosas detenciones a las puertas del cine en el que se exhibía.

¿Y todo eso, por qué? Simplemente porque la cinta difunde y defiende las posturas de la LGTB que aún son objeto de condena y de castigo en Georgia. De nada ha servido que se hiciese con el galardón del público en los certámenes de Sevilla y Valladolid y de que haya representado a Suecia en la lucha por el Oscar a la mejor cinta en lengua extranjera.

Con hechuras de buen cine, con un tratamiento impecable de los personajes, tanto en los jóvenes que son las víctimas que más acusan la falta de libertades como en unos adultos que están demasiado afectados por las tradiciones más conservadoras, las imágenes se convierten en emisores de un ambiente casi angustioso. De él no se libran tampoco los bailarines que ensayan la austera danza georgiana, una expresión musical genuina y válvula de escape de numerosos jóvenes que ven en ella la única posibilidad de abrirse paso en los escenarios.

Uno de ellos es Merab, que hace pareja con Mary y que denota unas virtudes innegable para la danza. Siempre ha estado al lado de su hermano, pero la llegada de un nuevo alumno a las clases de baile, Irakli, va a desatar una revolución.