Podría definirse como un festín para los incondicionales de Sylvester Stallone, el responsable de la serie sobre John Rambo que inició su andadura en 1982 con Acorralado y que culmina ahora la misma con la quinta entrega. Y no es difícil presagiar que únicamente movilizará a sus fans, porque lo que vemos es un producto de acción un tanto obsoleto y exagerado hasta límites delirantes cortado por los mismos patrones y destinado a un público que venera al protagonista, empeñado en culminar diversas cruzadas contra unos execrables villanos a los que Rambo está decidido a eliminar de la forma más cruel y en base a un criterio inmovible y obsesivo, el de ojo por ojo y diente por diente.

No está ya Sylvester Stallone para muchos trotes, pero las exigencias económicas le han obligado a llevar las cosas al límite, especialmente en una secuencia final en la que se enfrenta por sí solo a un nutrido grupo de asesinos armados hasta los dientes que asaltan la propiedad de Rambo, convertida en un lugar inexpugnable infestado de túneles, explosivos, ametralladoras y trampas preparadas para matar a todo bicho viviente que se cruce en su camino. Es más, para que prueben algo de su propia medicina le sacará literalmente el corazón al líder de los traficantes con su propia mano. Es el pago que los malos, víctimas de una maldad en verdad insaciable, han de abonar para que la venganza se haga realidad.

En esta ocasión, por tanto, el veterano especialista de élite no actúa en beneficio propio en una misión localizada en Vietnam, Afganistán o Myanmar, donde se imponen grupos inhumanos y corruptos que oprimen al pueblo, sino que lo hace para localizar a Gabriella, la joven a la que Rambo considera su única y verdadera familia y con la que comparte, junto a la abuela de la muchacha, algo parecido a un hogar. Lo peor es que Gabriella ha sido secuestrada por una organización de trata de blancas mientras intentaba encontrarse con su padre biológico, que no quería saber nada de ella, y eso son términos demasiado graves. Así las cosas, solo el protagonista está capacitado para hacer frente.