Es probable que hubiera materiales de la suficiente entidad para que los logros hubieran sido superiores, pero también hay que tener presente que proyectos de similar o superior envergadura se han visto a menudo frustrados. Sin olvidar, desde luego, que estamos ante una opera prima, la del australiano Nash Edgerton, que se desenvuelve a menudo con imaginación y con atisbos de talento.

Por eso lo que vemos, en definitiva, es una muestra no todo lo interesante que sería de desear pero a tener en cuenta de un policiaco con claras influencias del cine negro norteamericano que convierte algunos momentos en impagables gracias a su sentido del humor.

El escenario mejicano, sobre todo, y sus siniestros personajes permiten que el termino disfrutar no sea a veces ajeno a esta cinta producida por una Charlize Theron que tiene ecos evidentes de las perversas damas del Hollywood de antaño. Buena parte de la inspiración esporádica de la cinta procede, por supuesto, del retrato que se nos brinda de un México en el que el narcotráfico sigue incrementando el número de víctimas de forma cruel e imparable, con recurso permanente al secuestro. Es el que vemos a través de los ojos de Harold Soyinka, ejecutivo de una empresa farmacéutica estadounidense que tiene entre sus objetivos el introducir en México un producto de enorme futuro procedente de la marihuana.

Su jefe, Richard Rusk, así lo entiende y ha enviado a Harold a estudiar el terreno con su agente en la zona, un sanguinario sin escrúpulos y de gatillo fácil que es capaz de matar sin alterarse a quien no comparte su entusiasmo por los Beatles. Contará, sin embargo, con el auxilio de Mitch, hermano de Richard, otro tipo más que insólito que podría denominar- se el sicario filántropo, que deja su labor de ayuda a los damnificados por el terremoto de Haití para eliminar a quienes se cruzan en el camino de sus negocios.

Moverse en una ciénaga semejante es, más que delicado, suicida y más aún cuando los gringos se enfrentan a la barrera de un idioma, el español, que apenas conocen y que carece de sentido en la versión doblada. Un campo realmente minado de explosivos de todo tipo que incluye la presencia de la mujer como detentadora de un poder que fluye de sus armas sexuales.