Una de las mejores películas norteamericanas de 2018, fruto de la excelente labor de un joven realizador, Barry Jenkins, que con solo tres largometrajes se ha convertido en un cineasta destacado del Hollywood actual.

Debutante en 2008 con Medicina para la melancolía, sorprendió a todos en 2016 con la espléndida Moonlight, que conquistó el Oscar a la mejor cinta.

Y ahora, solo dos años después, nos ofrece otra muestra de su buen hacer y de su calidad humana y profesional, ‘El Blues de Beale Street’. Valiéndose de la novela de James Baldwin, un escritor que adquirió un gran prestigio en los años setenta en un país que sufría todavía las consecuencias de la segregación racial, supo describir en sus páginas una realidad social definida por la marginación y por la falta de derechos de la población de color.

En ‘El Blues de Beale Street’ formó un tándem soberbio con el director Jenkins, adentrándose con precisión, profundidad y rigor en un deprimido Harlem en el que una pareja de enamorados, Tish y Fonny, trata de salir adelante en muy difíciles circunstancias tras conocer que ella, de apenas 19 años, está embarazada. La situación se hace especialmente grave cuando Fonny es detenido y acusado de haber violado a Victoria, una portorriqueña.

Tish luchará lo indecible para conseguir demostrar su inocencia y para hacer factible su futuro.

El realizador se hace con las llaves que le abren los accesos más delicados de una sociedad que ha sido sistemáticamente manipulada y devaluada. Con actores casi exclusivamente afroamericanos que dejan de ser títeres ridículos y que desvelan todas las carencias de que han sido objeto, llegando a límites impensables, se va configurando un cuadro humano que certifica sus privaciones. Lo peor es que somos testigos de unos blancos que siguen ostentando sus privilegios mientras los negros reciben un trato desigual.