No está llamada a convertirse en un icono de los comics de Marvel llevados a la pantalla, aunque tampoco parece que haya que hablar de fracaso. Desde luego está por encima de Catwoman, otra superheroína que incorporó Halle Berry en 2004 y que fue un rotundo fracaso, pero está desprovista de la épica, el encanto y la vitalidad que sería de desear. Su talón de Aquiles es, sin duda, la ausencia de ese dinamismo que resulta obligado en este tipo de películas, un factor que se quiere compensar con dosis exhaustivas de acción, especialmente en su segunda mitad, y con unos efectos visuales que, todo hay que decir, no superan a los de otros títulos basados en novelas gráficas.

De ahí que la cinta esté llamada a interesar casi en exclusiva a sus numerosos admiradores y a los incondicionales de este cine vinculado a los superhéroes. La mayor sorpresa que depara, con todo, Capitana Marvel es la de haber optado en la dirección por dos jóvenes, Anna Boden y Ryan Fleck, ajenos hasta ahora a este fenómeno cinematográfico y literario que, eso sí, trabajan juntos desde que iniciaron su actividad en la pantalla grande. La impresión que da su labor es que no han logrado meterse de lleno en las entrañas de este universo y de ahí esa frialdad que acompaña a los fotogramas a lo largo y ancho de sus más de dos horas.

Los dos directores han cuidado los aspectos visuales y estéticos, si bien no han dado vida auténtica a sus protagonistas. Tampoco la actriz Brie Larson, que en 2016 impresionó a todo el mundo con su labor en 'La habitación', premiada con el Óscar, el Globo de Oro y el Bafta, aporta al personaje de Carol Denvers (Alias Capitana Marvel) su faceta humana y el toque de empatía que requería. La trama nos trasporta a los años noventa, cuando la joven y atractiva Carol, convertida en una de las heroínas más poderosas del universo, queda atrapada en medio de una guerra galáctica entre dos razas alienígenas. En efecto, hace siglos que los Skrull, liderados por Talos, están en guerra con otra raza alienígena, los Kree.