Es más amena e ingeniosa cuando trata de ser antes que nada una comedia que cuando opta por subrayar los ingredientes dramáticos. Tiene, no obstante, algunas virtudes innegables a la hora de recrear el clima que se vive en una sociedad burguesa cuando los estragos de los celos hacen acto de presencia y generan un ambiente de pesadilla.

Los hermanos David y Stephane Foenkinos han sabido adentrarse en este supuesto con un toque de sensibilidad y de precisión, demostrando que los logros de la cinta que les ha dado fama en el país vecino, Delicadeza, no son puramente gratuitos. Han sabido, por otra parte, sacar un aceptable partido del buen trabajo de la actriz Karin Viard, que ya se ha hecho un lugar en el cine galo con títulos como La familia Bélier, Nada que declarar o Los visitantes la lían en la Revolución Francesa!

La Viard asume con precisión el cometido de Nathalie, una mujer divorciada y madre de una hija que es ya una bailarina en ciernes, que vive los difíciles momentos de la menopausia. Son unos súbitos cambios de humor que, en tanto que profesora en un instituto, comprueban cada vez con más énfasis, sus alumnas y colegas, al igual que su hija y sus amigos. El factor fundamental en estas circunstancias son, sin duda, unos celos que se están convirtiendo en una terrible patología. Da la impresión que no ha superado el abandono de que fue objeto por su marido y cada vez se obsesiona más con el hecho de que nadie se interesa por ella.

Con este cuadro clínico, no sorprende que las cosas lleguen hasta un extremo impensable. Centrada en principio casi en exclusiva en Nathalie, que da un juego considerable, la punto de mira se extiende después a su hija y a su ex, de tal forma que los personajes pierden algo de la profundidad inicial. Por fortuna, la trama no se deteriora por completo en una segunda mitad menos convincente que sufre algunas vacilaciones.