La pasión que transmite Paloma Miguel cuando habla de Laureà Barrau va más allá de su labor como técnica de Cultura del Ayuntamiento de Santa Eulària y revela el enamoramiento que surgió tras coordinar el libro sobre la obra del pintor catalán, que residió en la villa del Río de 1932 a 1957. Su interés por la figura de Barrau se ha multiplicado tras una serie de vivencias durante sus investigaciones dignas de una novela de Paul Auster.

«Con Barrau nos ha pasado de todo», admite esta licenciada en Bellas Artes, mientras ultima la instalación de los 116 retratos femeninos que forman parte de la exposición 'Dónes' que se inaugura este viernes a las siete de la tarde, dedicada al Día de la Mujer. El Ayuntamiento ya contaba con una importante colección procedente de donaciones, sobre todo bocetos, pero emprendió una búsqueda por el mercado para adquirir cuadros de mayor empaque. Una de las últimas adquisiciones fue una «campesina catalana» a través de una subasta. Al llegar a Ibiza, descubrieron que era una pagesa de la localidad: «Una persona que trabaja en el Ayuntamiento vio el cuadro y reconoció a su madre y recordaba cuando el pintor la retrató». «Incluso el parecido físico saltaba a la vista», relata.

«¡Es mi madre!»

«¡Es mi madre!»El azar también ha creado situaciones emotivas, como una vez que «llegó una pareja de americanos con un papel enrollado». «Era un cuadro que heredaron de un familiar que residía en París, donde Barrau iba con frecuencia a vender su obra». Desplegaron el cartel, «muy bonito», y se apreció una pagesa con el Puig de Missa de fondo, «con una perspectiva poco común». «De repente, mi compañera de trabajo se quedó helada y exclamó 'es mamá'». «Su madre había fallecido un mes antes y se apreciaba que las fisonomías eran muy parecidas». «Los americanos, que sólo hablaban inglés, estaban expectantes y, cuando les explicamos la situación, acabamos todos emocionados», explica Paloma Miguel, todavía admirada.

También se sorprendió la experta en Barrau cuando creyó identificar a dos vecinas en un cuadro suyo en un museo de Terrassa. «Les pregunté si eran ellas, se pusieron rojas y lo admitieron tímidamente, porque en el cuadro salían desnudas de jovencitas».

El Ayuntamiento confía ahora en que la exposición sirva para identificar al resto de mujeres ibicencas en los retratos y revivir la Santa Eulària de primera mitad del siglo XX.