Por una vez, por esta vez, estoy de acuerdo con doña María Teresa Campos. La veo en lo que parece una sección semanal en 'Sálvame', lidiado ese día por Paz Padilla, o sea, lo peor que le podía pasar a este espectador que huye de esta señora haga lo que haga.

Pero justo cuando la malagueña, vestida de colorines, dando lecciones de no sé qué, pensaba irse, ayudada a levantarse por la directora de pista, se levantó rauda de su trona la gran Lidia Lozano para preguntarle, nerviosa como una colegiala, si por la noche, o sea, la del jueves, vería el estreno de la nueva entrega de 'Supervivientes'. No, contestó seca la protagonista de Las Campos, a la que PaoloVasile le quitó sin contemplaciones '¡Qué tiempo tan feliz!'

¿La Campos no vio 'Supervivientes' con tal de fastidiar las audiencias y hacerle daño a Vasile? Mira que soy retorcido. Pero no, no fue por eso. Fue porque no quería sufrir una taquicardia viendo cómo se tiraba al mar desde el helicóptero su amado Edmundo, "que está estupendo, pero tiene su edad".

Yo no vi ese programa basura porque no me dio la gana, no lo vi esa noche ni lo veré ninguna otra, y por si fuera poco, esa noche, el jueves, estrenaba Iñaki Gabilondo la segunda temporada de 'Cuando ya no esté. El mundo dentro de 25 años' en Cero, uno de los programas más interesantes, apasionantes, entretenidos y de calidad de la actual televisión.

Gabilondo viajó a Singapur para hablar con Parag Khanna, estratega global de una lucidez asombrosa, con un discurso tan brillante sobre la conectividad entre las grandes magalópiolis que se me pasó ese tiempo de televisión en un suspiro. Al acabar, no hay ni que decir que en Telecinco aún seguían cayendo del cielo mojones al agua.