Han llegado a la pantalla los Ninja Warrior, pero no sé si para quedarse. Vi el estreno, o parte de de este nuevo ‘Humor amarillo’, en la edición de primavera del FesTVal en Burgos. El local donde se pasó el primer programa estaba a reventar, y el público aplaudía a los concursantes que superaban las dificilísimas pruebas donde estar en forma adquiere un nuevo significado.

En ‘Ninja Warrior’ -viernes, Antena 3- hay que estar preparado para la guerra. Bomberos, deportistas de élite, cuerpos machacados en el gimnasio, hombres y mujeres con un sentido de la competitividad muy acentuado, van pasando por una yincana muy complicada que, en cada reto, se complica más. Pero... Sí, hay un pero. Creo que hay un pero. Puede terminar aburriendo porque el esquema no deja opción a la sorpresa más allá de si el concursante cae en la tercera o cuarta prueba.

La presencia de tres presentadores parece un exceso innecesario. No hacen falta tantos. Está Arturo Valls, que parece llevar el peso de la cosa, y Manuel Lama, que pone esa voz que ponen los periodistas deportivos en el fútbol cuando se marca un gol, vamos, con un desgarro y una pasión como si no hubiera un mañana y que a mí tanto me toca la sensibilidad. Voces, pocas. Gritos, menos. Y luego Pilar Rubio. Digo luego porque la señora está encajonada entre los señores como tratando de sacar la cabeza con un micro para que el concursante hable de su lado humano, de sus deseos, de sus amores o de su familia. No sé, no sé. Ninja Warrior no es el programa que salvará los viernes de la cadena. Lo barrunto. Es verdad que el día del estreno se disparó en audiencia, superando al cine de Telecinco. Los guerreros han ganado una batalla, pero no la guerra.