Redoble de tambores, voz ahuecada, vibrante, arrastrando las sílabas, señores, señoras, de la productora de Un príncipe para Corina y ¿Quién quiere casarse con mi hijo? llega a sus pantallas, por primera vez en España después de dar la vuelta al mundo, Adán y Eva.

Con ustedes la gran, la singular, la guapa, dinámica modelo, la periodista, la escritora, la presentadora de televisión que en su currículo cuenta con hitos como haber presentado el Telecupón y un programa de variedades en la tele de Murcia, con ustedes, sin más dilación, Mónica Martínez. Primera decepción. No va en cueros. Y es una afrenta para el resto de concursantes que sí llevan su jardín al aire.

Dice el programa de Cuatro para la noche del martes que yendo en bolas es como volver al origen. Vienen a decir que la desnudez es sinónimo de transparencia exterior e interior, y que si te conocen desnudo tus rincones más escondidos afloran por arte de magia. Mentira. Falso. Si fuera así bastaría llevar a Miguel Blesa a la isla de Croacia donde se hizo el programa, quitarle el traje protector de canalla, y esperar el milagro de ver, sin que el juez Elpidio José Silva hubiera sido castigado por juzgar al malandrín, su interior fullero, su podredumbre.

Adán y Eva no es eso, es sólo un programa de entretenimiento donde tíos y tías, con ganas de notoriedad y proyectos televisivos, hacen el paripé de encontrar el amor. Una vez que les has visto el pescado, y reído las cursiladas de la presentadora, el espacio es un insulto a la inteligencia. La tropa es vulgar, ignorante, encelada, lo de siempre. Telecinco en Cuatro. Menuda tropa.