Opinión | Tribuna
Qué es basura y qué no lo es
Tiré a la basura unas notas por error. Fue una desgracia como otra cualquiera, quizás también una alegría sin importancia alguna. Pasó, y ya. Estaban escritas a mano, y ocupaban un par de folios. Incluían observaciones tomadas a lo largo de un mes sobre la trama de una novela, sus dificultades, posibles soluciones, y a mayores, un dibujo de la mano de mi hija. Cometí el fallo de colocar sobre las hojas un periódico, y después una revista, y alguna carta del banco, de las que nunca se abren, y más periódicos, y cuando el montón sobre la mesa se volvió molesto, lo llevé al contenedor azul. Casi fin. Dos días después eché en falta las notas. La vida siguió sin ellas, aunque por otra vía.
En general, la basura favorece los malentendidos. Damos por hecho que todo lo que acaba en ella es porque lo merece, y porque nosotros lo decidimos. Sin embargo, no pocas veces tomamos por basura cosas que no lo son. Esto ya lo abordó Héctor Abad Faciolince en una novela del año 2000, que se titulaba justamente ‘Basura’. Bernardo Davanzati, el protagonista, era un novelista que escribía por escribir, sin destinatario, y cuando le parecía que sus textos ya era lo suficientemente malos, como si para serlo tuviesen que alcanzar cierto grado de calidad, los tiraba al contenedor. No imaginaba que el vecino de abajo recogía una a una las hojas, hasta reconstruir la vida del escritor.
Tal vez carecemos de un criterio incontestable para separar lo que es basura de lo que no. Hemingway afirmaba que en su profesión nada era tan útil como un detector de mierda. «El don más esencial para un buen escritor –sostenía– es tener un detector de mierda incorporado, a prueba de golpes. Ese es el radar de un escritor. Y todos los grandes escritores lo han tenido». Aunque en algunas circunstancias la basura es tan sofisticada que engaña al radar. Ahí están las discusiones infinitas que alimenta desde hace siglos el célebre verso de las ‘Soledades’, de Góngora: «En campos de zafiro pace estrellas». ¿Se trata de un gran verso o es basura? A Cernuda le parecía una de las metáforas más pasmosas de la lengua castellana, y a Borges una «mera grosería».
En las esporádicas circunstancias en que la basura levanta dudas sobre si lo es o no lo es, o si sirve o no para algo, encaja lo que defendía Philip Roth a propósito la porquería personal, es decir, aquellos episodios que conforman oscuramente la biografía de las personas, y sobre los que no desean echar luz. Roth aseguraba, por el contrario, que para escribir lo que hace falta es «coger basura, luego echar gasolina, luego más basura y darle fuego». Decía que si la basura era tuya, la hoguera prendía bien y eso era el libro. Pero tenía que ser basura propia, de casa.
Todo esto es lo que se me ocurre decir sobre aquello que, pese a no serlo, acaba de vez en cuando en la basura. Otro día podemos hablar de aquello que es basura, sin ningún género de dudas, y que, en cambio, se nos hace pasar por material consumible de calidad.n
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