Viajar es tan esencial para Hugo Silva (Madrid, 1977) que ha hecho de ello su profesión. "Lo siento así. Para mí ser actor no es más que viajar al interior de otras personas inventadas o reales y hay que llevar el mismo equipaje que si visitas un lugar desconocido: curiosidad e intuición".

Ese hormigueo, "esa ilusión", es idéntico, se produzca al iniciar un rodaje o al salir rumbo al aeropuerto o la estación de tren. "Hay algo mágico en estar en la otra punta del mundo en pocas horas. Aún me sorprende". Prefiere el periplo de trabajo al de vacaciones, "porque de esa forma sí logro sentirme un colombiano o un australiano más". En su hoja de servicio falta Roma, "la ciudad entre ciudades. Estoy deseando rodar allí".

Entre esos otros viajes hacia lo más recóndito de los demás destaca sus tres nuevos trabajos. El boxeador en conflicto de Dioses y perros, con el que ha conectado especialmente por tener "el mismo sentido de la amistad y la familia que yo, haber crecido en el mismo barrio del extrarradio de la capital, con lo bueno y lo malo que conlleva, y tener idéntico humor ácido"; el boina verde de la serie Los nuestros, y el seductor secuestrado en la terrorífica Musarañas de Álex de la Iglesia. "Papeles muy diferentes para excursiones muy distintas".