Correcta pero sin atributos dignos de resaltar, a esta muestra de terror de los hermanos gemelos australianos Michael y Peter Spierig le faltan elementos para aumentar la temperatura dramática y, sobre todo, la específicamente terrorífica. Autores de una breve filmografía del género, en la que destacan 'Daybreakers', 'Predestination' y 'Saw VIII', no han sabido aprovechar aquí la presencia dela gran actriz británica Helen Mirren, de forma que las secuencias más impactantes y terribles no logran infestar de miedo al espectador.

El guion disponía de bazas más que idóneas para satisfacer ese objetivo, pero a la postre el impacto que se pretende no crea la atmósfera adecuada. Con unos decorados muy elaborados, que intentan convertir el icono de la cinta en un pretexto para que el pánico haga acto de presencia, el reto era construir una enorme y gótica casa que justificara ser la más horrenda jamás conocida. Una fuente de horrores diseñada y construida por los espíritus cuya mano de obra ha trabajado los últimos años 24 horas al día, sin descansar ni de día ni de noche.

La película comienza con la llegada a la misma del doctor Eric Price, que ha sido contratado por la señora Winchester, viuda heredera de todo un enorme patrimonio que aglutina infinidad de rifles del arma considerada más mortífera de la historia de la humanidad, para que le efectúe una evaluación psicológica, ya que apunta evidentes desequilibrios mentales. A partir de este planteamiento se abre la veda del cine de mansiones embrujadas, con el protagonismo de un médico que sabe que se está jugando la vida en un entorno de locura.

A pesar de ello no renuncia a recorrer todo un laberinto de pasillos y habitaciones que se abren misteriosamente en aras a hacerse con el testamento de la viuda. En fin, todo un mundo sobradamente aireado y en muchas ocasiones con resultados más dignos. Se podía y debía haber llegado más lejos.