Su mayor contribución, ciertamente respetable, es que ha rescatado de algo parecido al infierno a un personaje bíblico, María de Magdala, que fue injustamente relegado y hasta desconsiderado por razones infundadas e injustas que prevalecieron durante siglos.

Muy al contrario, las guionistas de la película, Helen Edmundson y Philippa Goslett, especialistas en la materia, sostienen que María Magdalena se mantuvo siempre en un nivel equiparable al de cualquier discípulo o apóstol. Es más, nunca llegó a desmerecer, según las citadas fuentes, al lado de Jesús en el seno de un proceso social que ella apoyó y que daría sus frutos ennobleciendo su figura hasta rescatarla de la marginación y de la mentira.

Pues bien, sentadas estas bases, las cosas ya no son tan interesantes y hay que reconocer que nos topamos con un director, el indio Garth Davis, que debutó con un precioso relato que fue nominado a seis Oscar y se hizo con dos Baftas, ´Lion´, y que aquí, en su segundo largometraje, no ha estado tan inspirado.

Rodada en escenarios naturales de la isla de Sicilia y en diversos puntos de Italia, incluido Nápoles, toda la primera mitad se dedica a resumir los planteamientos ideológicos de una mujer, María Magdalena, que forma parte del séquito de Jesús, y sus conversaciones con figuras como los apóstoles Pedro y Judas Escariote, que se dirigen en comitiva a Jerusalén. Se aporta en este sentido un toque femenino inédito en estos casos, nada revolucionario pero curioso, que tiene su exponente más notable en la ceremonia de bautizo de la protagonista.

Lastrada por diálogos que no siempre adquieren la riqueza necesaria, se accede a una segunda mitad más emotiva y con un fondo dramático más elocuente e inspirado, en el que se asiste a la Crucifixión. Es en estos momentos en los que Joaquin Phoenix da lo mejor de sí en su interpretación de Jesús. Más relieve tiene una Rooney Mara que sabe medir la sencillez de una María Magdalena pionera y reivindicativa.