Es un trabajo personal y sugerente, que cuenta más con sus silencios que con sus escasos diálogos y que retrata certeramente la vida cotidiana de unos niños que viven en esa isla urbana que es el barrio de Nazaret de Valencia, cuya degradación muestran los fotogramas con notoria elocuencia.

Es el tercer largometraje del realizador vallisoletano, aunque muy vinculado a Valencia, Alberto Morais, que debutó en 2007 con Un lugar en el cine y que reclamó la atención internacional en 2011 con Las olas, que ganó los premios a la mejor película y FIPRESCI en el Festival de Moscú.

Los chicos del puerto representó de nuevo a España en la sección oficial del certamen moscovita y ha tenido un estreno muy restringido en las pantallas, de modo que en Alicante, donde se proyecta en su versión valenciana, solo se ve en una única sesión diaria. Con claras influencias del cine de Pier Paolo Pasolini, del griego Theo Angelopoulos y del español Víctor Erice, cuya cinta El espíritu de la colmena se manifiesta en muchos aspectos, el realizador se adentra en el universo íntimo de un muchacho de 12 años, Miguel, y de dos de sus amigos y vecinos, Lola y Guillermo, algo más pequeños, que pasan las horas inmersos en el «no hacer nada» que acompaña sus ratos interminables de ocio.

La única distracción no es otra que la práctica anárquica del futbol en un viejo solar que fue antaño un cine de verano y en el que todavía quedan, como restos arqueológicos, la pared de la pantalla y el cochambroso cartel. Sumidos en esa rutina, Miguel y sus dos amigos van a ver como un día se rompe esa dinámica y los tres se ven envueltos en una insospechada aventura. Todo es fruto del empeño del abuelo del niño de cumplir la promesa que el hizo a un viejo camarada que acaba de morir de llevarle su guerrera militar a la tumba.

Por desgracia, su estado físico no es el mejor para hacer un desplazamiento demasiado largo y su familia lo encierra en su habitación para impedir que se escape. Es entonces cuando Miguel asume su responsabilidad y decide cumplir la voluntad del anciano. Un proyecto al que se suman, sin duda porque representa romper el aburrimiento crónico, Lola y Guillermo.