El argumento se apoya en una gran mentira, la que urde Carlos, un vecino de la localidad coruñesa de Noia, cuando acepta la petición de su madre de que se desplace a Estados Unidos para asistir en representación de la familia a la boda de unos amigos íntimos de ella y que se celebrará en Newark, una ciudad que reúne a una pequeña colonia de gallegos.

Él, que no tiene el futuro nada claro, acepta encantado, a sabiendas de que es una ocasión para reencontrarse con un antiguo amor. Para ello, eso sí, necesita la complicidad de Gonzalo, un entrenador de fútbol en fase depresiva tras haber sido cesado en su cargo y al que invita al viaje que han pagado sus padres.

El caso es que Carlos envuelve de forma tan sugestiva la oferta, consistente en que Gonzalo se haga pasar con él en la ceremonia, que no puede negarse. De este modo, mientras este último se instala en Newark, Carlos lo hace en Nueva York. Es cierto que no encuentra a quien busca, pero en su lugar tropieza con una muy atractiva colombiana, Patricia.

Los problemas de la cinta fluyen a partir de un relato que no pule como sería de desear las situaciones clave, lo que entraña que algunos momentos que tendrían que ser divertidos resulten algo sosos, y que no culmina, sobre todo, el desenlace de la forma más inspirada posible. Algo que hay que lamentar porque hay momentos que sí son efectivos y que denotan una cierta clase en el director.

Le falta ese toque de madurez que aporta a una película, en este caso una comedia romántica, su sello de identidad y su categoría y es obvio que ello se debe a que se deja sentir el hecho de que estamos tan solo ante el segundo largometraje del realizador y guionista Alber Ponte, que se ha forjado en el cine en el terreno del corto.

Nacido en Inglaterra de padres inmigrantes españoles pero afincado en Galicia desde los seis años, ha tratado de acercarse en esta cinta a la realidad de la colonia de gallegos instalados en New Jersey a través de un relato que pone de relieve la inevitable necesidad que tiene el ser humano de recurrir a la mentira en determinadas etapas de su vida.