Una decepción sin paliativos que supone una de las adaptaciones menos interesantes que se han hecho en la gran pantalla del escritor Stephen King. Tanto es así que ni siquiera la presencia de nombres de prestigio en el equipo técnico, desde el propio director, el danés Nikolaj Arcel, hasta guionistas de la talla de Akiva Goldman, han impedido que la cinta se venga paulatinamente abajo sin posibilidad de remisión.

Toda la intensidad puesta en la empresa por el realizador nórdico, que se enamoró de joven de la novela y aprendió inglés para leer un texto que no se había traducido al danés, ha caído en saco roto. Este es uno de esos proyectos tan ambiciosos como fallidos que plantean la eterna lucha del mal contra el bien representados por el último pistolero, Roland Deschain, y por el hombre de negro, es decir Walter O´Dim. Sobre ambos se yergue la misteriosa y sobrecogedora Torre Oscura, que es decisiva en el mantenimiento del universo unido.

Lo sorprendente es que estamos ante una serie de ocho novelas épicas en torno a esa guerra interminable que King comenzó a redactar con 22 años, al graduarse en la universidad, de forma que se puede decir que llevó toda su carrera con ella. No es extraño, desde luego, que a medida que aumentaban los originales se percatara de que había creado muchos seres que estaban relacionados con Mundo Medio, el mundo de 'La Torre Oscura'. Y sucedió lo inevitable y lógico, que personajes de otros libros acabarían apareciendo en éste, que se erigió en la piedra angular de su universo de ficción.

El caso es que la historia inicial no sólo promete sino que sabe definir unas identidades que están en el meollo de la trama. Es la angustiosa aventura de Jake, un muchacho de 14 años que tiene visiones y que ha sufrido conatos de acoso escolar y al que su padrastro pretende ingresar en un internado como si fuera un demente, algo a lo que la madre no parece dispuesta. Porque Jake tiene unos sueños extraños que no comprende y dibuja en detalle las imágenes que ve: el pistolero, el hombre de negro y el mundo sobrenatural en el que viven. Eso sí, sin llegar a penetrar en un mundo que no atrapa al público.