Entrañable, con un delicioso sentido del humor y con momentos dramáticos que llegan al corazón, no cabe duda de que nos encontramos con una de las películas norteamericanas que más huella han dejado este año, hasta ahora, en las pantallas. Un factor que hay que subrayar como se merece al tratarse de una historia basada en hechos reales, que ha convertido en guión un Kumail Nanjiani que a su vez incorpora con notable acierto el papel del protagonista.

Por si no fuera suficiente todo este panorama, la cinta aborda cuestiones importantes pero delicadas, sobre todo el mantenimiento en núcleos de inmigrantes de tradiciones ancestrales de diversos países y culturas como el de los matrimonios impuestos a los hijos, con un tratamiento más que sensible.

Es solo, además, el tercer largometraje del director Michael Showalter, conocido en el plano internacional por 'Hello, my name is Doris', inédito en España, que ha sabido maniobrar con cuestiones difíciles sin romper la armonía que preside todos los fotogramas. De esos títulos, en suma, que se recomiendan por sí mismos.

Plenamente integrado en su propio cometido, Kumail sabe comunicar al espectador los problemas que vive en su interior. Miembro de una familia de origen paquistaní que se estableció en Chicago, se ha adaptado tanto a la vida estadounidense que se niega a aceptar las frecuentes propuestas de matrimonio que le ofrecen sus padres con jóvenes compatriotas, consciente de que no desea casarse sin amor y solo por intereses espúreos.

En este estado de cosas, todo se complica aún más cuando conoce a una norteamericana, Emily, con la que inicia una relación peculiar, que parece en principio esporádica, pero que acaba consolidándose y con Kumail enamorado. Este cuadro humano y cultural adquiere una fisonomía propia de comedia que asume su auténtico sentido en una primera parte que no tiene desperdicio.