Más que una película, es una experiencia, al igual que el conjunto de la obra del actor y director Mel Gibson, hasta el punto de que aporta a la misma lo que ya estaba presente en las otras que ha dirigido, su capacidad para convertir su trabajo en un espectáculo singular y de indudable magnitud. Esta condena brutal de los horrores de la guerra y de la violencia que engendra tiene, además, la enorme virtud de basarse en una historia real, la vida de Desmond Doss, un joven adventista norteamericano de Virginia que apoyado en su enorme fe y con el respaldo de una Biblia que siempre llevaba consigo, pudo hacer realidad su mas importante objetivo, no disparar ni un solo tiro y ni siquiera tocar un arma.

Algo sin precedentes en el caso de un miembro del ejército norteamericano declarado objetor de conciencia que tuvo el honor de ser condecorado por el presidente Truman en abril de 1945 con la Medalla de Honor. Con unos presupuestos similares a los de sus restantes títulos, sobre todo 'Braveheart', 'La Pasión de Cristo' y 'Apocalypto', Gibson ha combinado con enorme habilidad la vertiente dramática con el rigor y la dimensión visual, consolidando el producto a base de dar consistencia a sus personajes y dotar a los mismos de una calidad humana considerable. Tanto es así que, a pesar de los once años que hacía que no dirigía, la seguridad y la calidad de sus imágenes son indiscutibles.

Lo hace, por otra parte, mediante recursos narrativos tan simples como efectivos y con un sustrato de emotividad innegable que se aprecia de modo especial en la historia de amor. Aunque es probable que en esta cinta podía haber reducido la carga bélica, demoledora y terrible que convierte la guerra en un siniestro y abominable muestrario de horrores como muy pocas veces se ha visto en la pantalla, en beneficio de una mayor recreación del factor biográfico, sus 139 minutos no tienen desperdicio.