Sus logros se asocian a los aspectos que reflejan la influencia del documental, con especial incidencia en la plasmación de una naturaleza casi virgen. Y sus carencias tienen que ver con la descripción psicológica de los personajes, en especial del protagonista, el trampero Martinon, que no sale fortalecido en un cometido que certifica una evidente falta de madurez narrativa.

Algo lógico, sin duda, porque el director y guionista Samu Fuentes es un cineasta que procede del campo del documental, donde ha desarrollado una labor estimable, pero que expresa sus limitaciones al moverse en un ámbito novedoso para él. En este sentido le afecta, asimismo, la esforzada interpretación de un Mario Casas, que intenta salir airoso de un reto muy complicado sin lograr todos los objetivos que se propone.

Para el director resultaba capital rodar en gran parte en exteriores y en un entorno visualmente poderoso, lo que conllevó una ardua labor de localización de paisajes en Huesca y en Asturias que constituyen a la postre el factor más relevante de la cinta. Cumplida esta tarea había que pasar página y acercarse a la figura de este cazador solitario, un Martinon que vive en un exilio deliberado y permanente en la alta montaña durante casi todo el año, con excepción de las semanas del comienzo de la primavera en que baja al pueblo para vender sus pieles.

Es en esas circunstancias en las que se encuentra al conocer a una muchacha que va a suponer un cambio notable en su comportamiento y en su futuro. La etapa dedicada a la cuestión sexual es, sin duda, la más expresiva de la inmensa necesidad que Martinon experimenta de colmar sus deseos. Lo hace primero con Pasquala, una viuda que se somete voluntariamente a actos de humillación tremendos; y después con la hermana menor, Adela, que hará lo propio en un proceso mecánico y degradante para la mujer.

Todo ello inmerso en un silencio casi total, en el que las palabras están de más y sólo se busca un placer animal en beneficio exclusivo del varón. Con semejante realidad lo que se trata es de justificar un desenlace terrible que no acaba de resultar coherente ni convincente.