Ofrece una dimensión eminentemente visual del universo de Lewis Carroll y aunque no es, en ningún caso, una adaptación del segundo libro del imaginativo escritor, sí aprovecha algunos elementos del mismo combinándolos con lo que podría definirse un secuela de lujo.

En este sentido la película, notoriamente inferior a la original de 2010 del brillante Tim Burton, tiene resortes con potencial para interesar al auditorio pero no desprende la magia y la creatividad necesarias para seducir. La clave, por supuesto, radica en la citada ausencia de Burton, por un lado, y en la sustitución que se ha llevado a cabo en la dirección, de forma que es obvio que James Bobin, cuyos únicos antecedentes previos eran dos largometrajes con los Muppets, no da del todo la talla, a pesar de que este es su mejor trabajo hasta ahora.

Las dos horas que nos regala permiten recuperar un universo con toques fascinantes, pero también denota unas carencias que no se pasan por alto. Con el loable acierto de conservar a los mismos actores en los diferentes personajes, lo que permite una mejor identificación de los mismos y una indudable familiaridad, algo esencial en el caso de Alicia, El Sombrerero Loco, la Reina Blanca e Iracebeth, incorporados respectivamente por Mia Wasikowska, Johnny Depp, Anne Hathaway y Helena BonhamCarter, la historia toma cuerpo con claras reminiscencias del pasado.

Alicia ha regresado a Londres de un largo viaje por mar de tres años, en los que ha capitaneado una enorme nave propia, pero su reencuentro tan ansiado con la familia es decepcionante, sobre todo porque comprueba que la mujer sigue estando relegada en la sociedad.

Tanto es así que tiene nuevos planes de futuro, pero estos se vienen abajo cuando Absolem, convertida en una bella mariposa azul, la conduce de nuevo, a través de un espejo, a ese submundo que le deslumbró tanto y en el que tiene la oportunidad de reencontrarse con sus viejos amigos y ayudarles a resolver los graves problemas que les asolan.