Es inferior a películas previas del director Miguel Arteta, un cineasta portorriqueño que se ha forjado un cierto renombre en Hollywood gracias, sobre todo, a dos largometrajes, The good girl y Convención en Cedar Rapids, pero ofrece destellos de imaginación y de humor con tintes negros que no pasan inadvertidos.

Estamos ante la primera adaptación a la pantalla grande del clásico libro infantil de Judith Viorst, que ha suscitado dos cortos para el cine y un mediometraje de 30 minutos para la televisión. La novela se publicó en 1972, vendiendo más de dos millones de ejemplares. En su recreación del texto, Arteta ha combinado la típica comedia familiar de Disney con el estilo de las películas de John Hughes destinadas a los espectadores menudos. Uno de sus presuntos inconvenientes, convertir un libro de apenas 32 páginas en un largometraje, ha resultado a la postre una virtud, ya que sus escuetos 81 minutos no llegan a pesar en el ánimo del público.

El día en que transcurre la película es, como reza el título, terrible, horrible, espantoso y horroroso y lo comprobamos a través de la voz en off de Alexander, un niño de 11 años que vive con sus padres y sus tres hermanos y que va a sufrir en menos de 24 horas un cúmulo de fatalidades que convierten la jornada en un caos permanente. Eso sí, esa maldición que parece pesar sobre todo lo que hace se extiende, asimismo, al resto de la familia, sobre todo a su hermano mayor, que suspende el examen de conducir y ve cómo su novia se aleja de él, y a su padre, que asiste impotente a una serie de golpes de su coche que lo dejan en estado calamitoso. Incluso su madre, una ejecutiva muy competente, será despedida del trabajo y un enorme cocodrilo irrumpirá en su casa.

En fin, lo que suele decirse, que las desgracias nunca vienen solas y se desparraman por el entorno en que se mueven.