Ventanas por las que mirar al exterior. Pero también para intentar ver qué se esconde dentro. Eso son exactamente los 18 óleos que Daniel Garrido expone desde esta tarde en el Club Diario de Ibiza. Hoy a las ocho de la tarde el artista catalán inaugura la muestra 'El viento pasa', que recoge obras que ha pintado durante los últimos cuatro años. «Si te fijas en la fachada de un edificio, hay ventanas. No son imprescindibles, lo único imprescindible son las puertas, pero todos queremos que haya ventanas», comenta poco después de haber terminado de colgar los cuadros en la sala.

Garrido, de 32 años, comenzó a pintar cuando tenía 16, animado por su abuela Maruja: «Me dio unos óleos, unos lienzos, su caballete y me dijo que pintara». Desde entonces no lo ha dejado. Si pasea la mirada por los cuadros suspendidos en las paredes puede leer su propio diario personal. Algunas de esas ventanas las abrió durante una ruptura amorosa, inspirado por canciones (sobre todo de rock argentino, que es lo que le gusta), durante el tiempo que pasó lesionado de la rodilla...

En todos ellos hay una figura común: un pequeño gato negro. «Es como mi álter ego», apunta. Otro nexo común de los cuadros es el colorido, cierto aire bizantino y una pasión por la arquitectura que plasma en columnas de aire romano y en arcos que recuerdan a las construcciones árabes. «Intento que los cuadros tengan volumen, que estén vivos», afirma señalando varios de los muchísimos detalles que esconden sus obras, en las que abundan también los animales. Hay abejas, mariquitas y pájaros que semejan los extinguidos dodos. También alguna presencia humana, femenina. Soslayada en la mayoría de las ocasiones y explícita (y desnuda) en una de ellas.

Poco de todo esto lo tiene en la cabeza cuando empieza a pintar. En ese momento, cuando mira el lienzo en blanco lo que sí ve de forma clara son las líneas, la estructura del cuadro, que luego madura de forma imprevisible, explica el artista, que se confiesa admirador del surrealismo, de Dalí y Magritte, entre otros. Sólo una de las obras rompe la tónica de 'El tiempo pasa'. Un cuadro en el que no hay colores ni animales. Una ventana oscura.