Además de la fascinación del uno por la obra de otro, el nexo entre las obras que Rafel Tur Costa y Joaquim Seguí presentan en la exposición conjunta que abre este martes por la tarde, a las 19.30 horas, en el Estudi Tur Costa de Jesús, puede ser la sal. Así lo desvela Elena Ruiz Sastre, directora del MACE, en el texto que acompaña a la muestra.

Tur Costa presenta obras de varias épocas, formatos y técnicas, algunas antiguas, pero la mayoría de reciente factura, básicamente collages o relieves escultóricos en los que el color parece siempre dispuesto a asomar entre las blancas grietas, que pueden evocar la cal de las pareces ibicencas, pero también pueden recordar la sal de las Salinas, que está en su imaginario desde niño.

Joaquim Seguí vuelve a llevar al espectador a África, como en sus últimas exposiciones, aunque en esta se centra en Botswana, en el Makgadikgadi Pans, una enorme extensión de arena y sal al norte del desierto del Kalahari, y en la isla Kubu -hipopótamo en lengua setswana-. Hace miles de años era un vergel en medio de una gran extensión de agua, habitada por los animales que le dan nombre, pero hoy no es más que una roca desértica cubierta de baobabs petrificados, testigos de ese pasado, en medio de un mar de silencio.

El cambio continuo

«Le propuse a Tur Costa hacer algo juntos. A él le encantaron las fotos y buscó algo que le inspiraran y ese fue el germen de la exposición», explica Seguí, recién llegado de un largo viaje justo para la inauguración. Las 14 imágenes en blanco y negro que mostrará en el Estudi Tur Costa son una síntesis de las que hizo en ese viaje a Botswana. Muchas de ellas y de sus otras colecciones pueden verse en la web joaquimseguifotografia.com.

Seguí, cardiólogo y fotógrafo, explica que con esta serie quiere incidir en la «idea del cambio continuo y también hacer una llamada de atención a lo que supone el cambio climático, que en pocas generaciones puede convertir un vergel en un desierto».

«Así como hubo una vez un inmenso lago lleno de vida y hoy es un salar en donde una isla rocosa y sus baobabs campan sin aparente sentido frente a una línea de tenaz e implacable horizonte, unas obras aparentemente blancas pintadas por el artista Tur Costa albergan los suficientes signos y contenidos como para permitirnos la aventura de su desvelamiento», resume Elena Ruiz.