Can Curt es una pequeña galería situada enfrente de la iglesia de Sant Agustí, en la diminuta plaza del pueblo, un lugar que sorprende por la vida que concentra y el movimiento que tiene para su tamaño, al menos en verano. Este mes de agosto, la minúscula ventana del centro cultural está repleta de piedras pintadas de rojo. Un cartel con la palabra griega ´Koinonía´ (comunión), ubicado en la entrada, indica que allí dentro hay algo especial e invita a entrar para descubrirlo.

Si uno atraviesa la puerta (de miércoles a domingo, entre las ocho de la tarde y las once de la noche, hasta el 28 de este mes), puede contemplar la exposición fotográfica de Isa Sanz, «una artista poética y provocativa cuya experiencia vital es un regalo para todo aquel que se acerca a su obra», según reza el folleto de la exposición. Las imágenes son autorretratos (hechos con trípode o con la ayuda de algún compañero) en los que Sanz, desnuda, se integra por completo en la naturaleza, fundiéndose con el paisaje y los rincones de la isla, para encarnar y reivindicar la feminidad, que representa su cinta roja. Un color que «es alegórico a la sangre menstrual», según explica la artista vallisoletana.

Una isla que nutre a la fotógrafa

La colección de fotografías narra «una historia muy espontánea», explica Sanz, que nació «en un momento muy concreto de enamoramiento total por el entorno», recuerda refiriéndose a su llegada a Ibiza en 2010, de la que destaca «la novedad de sentir el constante contacto con la naturaleza». «Yo he vivido en ciudades, vengo de pisar asfalto. Al venir a Ibiza me impactó ver estrellas, sol, luna, montaña y mar todo el rato.

Aquí he experimentado estar en comunión, en Koinonía», matiza la creadora.

Las fotografías sorprenden por su formato circular, una decisión tomada por la artista para romper con la rutina de composición lineal y la lectura de izquierda a derecha. «Una imagen circular es más suave, como un mandala, la mirada parte de adentro hacia afuera, se expande», explica Sanz señalando una de sus piezas, que cuelga de una pared en Can Curt.

«En el espacio artístico soy absolutamente libre. Exploro lo que me inquieta, lo que me perturba, lo que me gusta», afirma la artista a modo de conclusión tras abrir la pequeña sala al público, dispuesta, un día más, a observar la respuesta de la gente, ya que para ella «la reacción de la audiencia es parte de la obra, porque no existe obra que no anhele ser vista».