La psicóloga Alicia Antonia Crosa (La Plata, 1943) ha regresado a Ibiza, un año más, con un nuevo libro bajo el brazo: ´El hijo de mis padres no fue mi hermano. Violencia fraterna´ (editorial De los cuatro vientos), que presentará mañana en el Club Diario a las ocho y media de la tarde con la introducción de Alicia Camiletti, inspectora de enseñanza jubilada y una gran amiga. En esta ocasión, el libro es el fruto del trabajo que la psicóloga desarrolló a partir de una pregunta simple, que se hacen muchas personas, pero cuya respuesta es muy compleja, tanto que a menudo no se encuentra: «¿Por qué mi hermano no me quiere?».

Crosa ha dedicado su vida a estudiar la violencia en sus diversas formas: si antes centró sus investigaciones en la violencia en parejas o en la que se deriva de situaciones de crisis, ahora es la que se produce entre hermanos la que ocupa su estudio. Una violencia solapada, que se desarrolla en el seno de la familia y que «queda oculta», explica la psicóloga. Una violencia cuyas consecuencias se trasladan fuera del hogar familiar, a la sociedad y a la escuela, que se arrastra durante toda la vida y que puede estallar en el momento más insospechado.

«El conflicto fraterno se traslada a la calle. Tiene mucho que ver con el bulling escolar», revela Crosa, que va mucho más allá: «El fracaso del lazo fraterno tiene que ver con la quiebra del lazo social que vivimos hoy en día. Si en el seno del hogar hay una situación de dos personas que son pares que no se resuelve, ese sujeto traslada a la sociedad ese clima de hostilidad que vive en su casa, que es el lugar en el que pasa más tiempo».

«¿Qué construye el lazo social? -se pregunta la psicóloga-. El aprendizaje de lo fraterno en el hogar, la capacidad de dar», responde. Por tanto, si ese amor fraterno falla, la sociedad tiene un problema: «El odio fratricida es la base del odio entre los pueblos, del odio cultural, el del fundamentalismo. El odio social se genera en el seno de la familia. Y vamos mal, cada vez peor», asevera.

El mal comportamiento de un niño, su «conducta disarmónica en la sociedad o en la escuela», explica Crosa, es el reflejo de que algo está pasando en su casa»: «Un niño no nace malo, es la vida la que hace malo a un ser humano», sentencia.

«Es muy difícil afrontar que tu propio hermano no te quiera o te rechace», reflexiona Crosa, que explica en su libro casos clínicos que ha tratado. «Se dan competencias infernales donde lo importante no es ganar, sino hacer que pierda el otro», agrega la psicóloga, que sitúa en el foco del problema en los padres: «Si el problema no se trabaja y los padres se sienten incompetentes deben recurrir a un especialista porque están generando un odio que les va a arruinar la vida. Los padres son responsables de estas situaciones».

«Un niño no tiene deseos, lo que necesita es contención, amor y apoyo -continúa Crosa-. Su deseo es el de sus padres. Si ellos no asumen una posición adecuada frente al conflicto entre los hermanos, el niño entiende que no es parte del deseo de sus padres, y sí el otro hermano, porque no le defienden».

«El caldo de cultivo de la violencia fraterna está en la infancia, y es una de las peores marcas de la infancia, está por debajo de la línea del abuso sexual. No se le ha dado la importancia y el peso que realmente merece», alerta Crosa, que ha encontrado poca bibliografía sobre el tema. «Lo grave es que el sujeto víctima de esta violencia no se puede ir porque está atado por la filiación», agrega la psicoanalista, que sostiene que este tipo de violencia engendra «montos de odio muy superiores a los que se dan entre padres o padres e hijos». Un odio que puede llegar al extremo de psicosis, advierte, «al deseo de que el otro desaparezca de la escena».

Cuando nace un hermano

El nacimiento de un hermano es un momento crítico: es frecuente que la violencia fraterna se despierte en esta situación, especialmente «cuando el niño está en plena etapa de armonía edipiana, con la madre si es niño y con el padre si es niña, y esos padres le traen a otro a compartir el mismo espacio, y le resta dosis de amor», añade la psicóloga. «Es un episodio muy traumático si no hay una preparación familiar adecuada. En la mayoría de los casos, la violencia entre hermanos empieza con el nacimiento del hermano», explica Crosa, que advierte sobre el efecto negativo que tienen las frases manidas (los «cuentitos», las llama ella) con las que los padres intentan reducir el impacto del recién llegado sobre la vida del pequeño rey destronado: «Así no estarás solo en la habitación... no tendrás miedo por la noche... podrás compartir tus juguetes... Esos cuentos son absolutamente negativos. Un niño de 3 o 4 años es egoísta y egocéntrico y no está dispuesto a compartir lo que quiere para sí. La respuesta que suelen dar es un clásico: ´´Ya lo vi, ¿cuándo lo devolvemos? Llévalo donde lo trajiste´´», continúa Crosa.

Otra de las causas de violencia fraterna es la preferencia de los padres por uno de los hermanos.

La psicóloga es clara: «El conflicto fraterno no se resuelve nunca, aunque se puede atemperar. En la terapia se puede llegar a que los sujetos comprendan el origen de su disarmonía, pero creo que es imposible resolverla», concluye.

Trayectoria | 46 años de trabajo en torno a la violencia

La violencia ha centrado la carrera de la psicóloga argentina Alicia Antonia Crosa desde que empezó a trabajar en cárceles con solo 21 años: ha sido asistente criminológico, psicóloga evaluadora de penados y psicóloga forense en el Instituto Neuropsiquiátrico de Seguridad del Hospital de Melchor Romero de La Plata. En total, 46 años de experiencia en torno a la violencia en todas sus manifestaciones: entre parejas, de padres a hijos, entre hermanos, en entornos de crisis... Crosa, psicoanalista que sigue en ejercicio y especialista en pánico, también ha sido profesora universitaria. Ha escrito ´Enrique Santos Discépolo o qué se puede hacer con la tristeza´ y ´Porque te quiero te aporreo. Violencia en los vínculos´, declarado de ´Interés social y cultural para la ciudad´ por la Legislatura de Buenos Aires.