Para Joan, más conocido como Muchi, la noche es ajetreada. Sus piernas no dan abasto para perseguir a Jordi Gómez, que salta sin parar de grupo en grupo para hacerse fotos con los visitantes que van acercándose a la exposición Tore-Art, en el Club Diario. Gómez charla un poco con todos ellos, es el trabajo del anfitrión. El de Muchi consiste en hacer fotos a un fotógrafo durante su exposición. Una tarea compleja.

Otra faena que requiere un esfuerzo extraordinario es juntar a algunas de las caras conocidas en una misma instantánea. La mirada congelada al infinito de Cayetano Rivera es una de las obras más llamativas y comentadas de la exposición. A sus pies se monta un barullo y se arremolinan los invitados más ilustres, como la fotógrafa de guerra Christine Spengler; Allegra Gucci, la hija menor de los propietarios de la conocida marca de moda, y Enrico Barbieri, director de la revista Playboy en Italia.

También visitaron la inauguración Monica Marí, delegada de IB3, la pintora Elisabeth Louy y Miquel Jerez, expresidente del PP en Ibiza.

En la exposición se aprecia claramente dos estilos de fotografía: «He jugado con dos soportes distintos para transmitir ideas diferentes. Con el papel fotográfico consigo la saturación de los colores, para resaltar aspectos como el traje de luces; y utilizo el textil para lograr otra textura», asegura Gómez.

El color de toda una vida

Spengler es una de las voces más autorizadas entre las 150 personas que se acercaron a visitar la exposición. Además, la francesa criada en Madrid es otro de los puntos de color que revolotean por la sala. La fotógrafa luce un vestido rojo chillón y un abanico a juego en el que, al desplegarlo, aparecen cuatro toros negros dibujados. Un pequeño lazo rojo destaca sobre su pelo, tan negro como los astados.

La fotógrafa es una incondicional de las corridas desde que su tío la llevara a Las Ventas con seis años: «Me escapaba cada día a la plaza para verlo. Unos banderilleros de la plaza me dejaban entrar cuando les picaba a la puerta. Por entonces no sabía que eso me acabaría llevando a los ruedos sangrientos de las guerras. El rojo se convirtió en el color de la sangre. Ahora es el de la sensualidad, del flamenco y del tango. Es el color de mi vida», afirma. Spengler destaca de Jordi Gómez su «alternancia» y la «originalidad» con la que utiliza el juego entre el blanco y negro y el color. Un cuadro, en el que aparece únicamente un torero en medio de la plaza, parece invitar al espectador a embestir con furia. «Consigue reflejar muy bien la soledad del torero», añade.

Tres camisetas estampadas

Jordi y sus hermanos Manel y Goyo forman una obra de arte las pocas veces que consiguen reunirse entre el tumulto. La ropa que visten para la inauguración es especial: una camiseta blanca, una lila y otra azul muestran algunos de los cuadros estampados. «Las fotos son una forma original y simpática de tratar el tema de los toros», asegura Goyo. Respecto a la polémica temática de los cuadros asegura que la «respeta» aunque parece que la herencia familiar no ha calado del todo en él. «Sabemos perfectamente la repercusión que tiene porque en Cataluña los prohibieron hace poco», añade.

Los asistentes se agolpan en pequeños grupos y conforman un paisaje curioso por la sala gracias al vaivén constante hacia la barra desde los puntos más alejados de la exposición. Pantalones de colores chillones, complementos de todos los estilos, camisas y vestidos de un inmaculado blanco ibicenco, bermudas y camisetas más casuales se unen a los ceñidos vestidos de gala en los que consiguen embutirse algunas de las chicas más espectaculares de la noche.

El capote de Enrique Ponce parece dar paso a una obra de Sergio Ferrero, que colabora con la exposición : «¡Mira! Me han pueto la obra justo en el centro», bromea. Ferrero afirma que lo más importante de la muestra es que en ningún cuadro hay sangre ni violencia. «Para mí los toros serían algo precioso si no acabara en muerte», añade. El que tampoco ha faltado a la cita es Willy Márquez: «Es muy amigo mío y siempre colabora con alguna obra», asegura Gómez en relación a dos pequeños toros metálicos de la entrada.

Miquel Jerez asegura que la exposición le resulta interesante porque une dos de sus «grandes curiosidades» como son la fotografía y los toros: «Los cuadros tienen un punto de vista muy vanguardista de la figura del torero. Es una forma artística de entender el concepto del espectáculo», y añade que no es un gran conocedor del mundo taurino, pero que asiste a estos espectáculos siempre que tiene la oportunidad. A Jerez le llama la atención una fotografía en la que se puede ver un torero antes de saltar al ruedo: «Te transmite los miedos que siente antes de salir», añade.

La gente abarrota la sala a medida que el deep house de DJ Ángelo, amigo personal del autor, aumenta los decibelios. Los asistentes son conscientes de que la temática genera controversia, y algunas tienen claro el valor añadido del espectáculo: «A nosotras no nos gustan los toros, preferimos a los toreros», declaran Paris y Samantha, dos modelos de piernas infinitas amigas de Jordi y que posaron para él en alguna firma de moda.