Opinión
Vivir bajo un árbol en la isla del lujo
«Vivimos debajo de un árbol y nos duchamos en el gimnasio». La frase la pronuncia Johny, un hombre con trabajo que vive en Ibiza y al que su casera, a las puertas de la temporada, echó a la calle para alquilar el piso durante los meses de verano a turistas o trabajadores de temporada. Inquilinos que le pagarán más por la vivienda. Bolsillos llenos, corazón vacío. La culpa de la dramática situación de la vivienda que atenaza Ibiza y Formentera no es de las instituciones. Es de todos y cada uno de los caseros que, como la de Johny, se han subido al carro del alquiler psicópata. Los hay a patadas. Se cruzan con nosotros todos los días. No huelen a azufre, no tienen risa maligna. Son simpáticos, parecen normales, algunos, incluso, serán amigos y hasta irán de solidarios por la vida. Y se creerán que son buenas personas. Pues no. Ahora mismo, en la situación en la que estamos, cualquier persona que alquile sólo en verano, suba los precios al llegar la temporada, expulse a sus inquilinos al comenzar el calor, ofrezca su vivienda a un precio disparatado o tenga pisos cerrados a cal y canto es la maldad personificada. Especuladores con un bien de primera necesidad. Satán, en la Ibiza del lujo, no quema almas en su reino de fuego, alquila por temporada. De todos ellos depende que un trabajador no tenga que vivir debajo de un árbol.
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